En esta semana llamó la atención un video de la esposa del presidente, o como se denomina en Ecuador “primera dama”, mención arcaica en un tiempo donde se promulga la igualdad… Sin embargo en el inconsciente colectivo parece seguir latente la idea de que hay una figura humana superior, por color de piel, color de cabello, estatura, delgadez, características físicas, que según un comunicador de una popular emisora de Guayaquil, emulan a las princesas de cuentos de hadas; y precisamente de esta manera se refirió a la “primera dama”, cuando su esposo asumía la presidencia de Ecuador. En su discurso, el comunicador también hacía hincapié en el “origen humilde” de la esposa del presidente.
En el video que circuló en redes a inicios de esta semana, la “primera dama” lamenta que los políticos la tengan “en la punta de la lengua”, no para mencionarla de forma positiva, al contrario, para cuestionar su actividad en redes sociales, espacios donde ella es influyente y difunde, según su testimonio, la labor de su esposo. Con esta actitud al parecer espontánea y victimizante de la “primera dama”, se pueden analizar factores como la imagen, la influencia, “el origen humilde” y el lazo familiar al servicio del poder.
En las “visitas” que “la primera dama” realiza a centros educativos o a personas vulnerables, llega con equipos de seguridad formados por policías y militares. Allí, ella habla de su esposo y es común escucharla decir “mi esposo es importante, yo no”. En estos discursos donde aparentemente se auto-minimiza recalca en su lugar de origen con la intención de forzar un nexo entre su condición y la de las personas que visita, sin embargo sus trajes blancos y su imagen producida distan mucho de esta empatía impostada, pese a los abrazos y miradas de ternura que dedica. Al observar estas visitas que realiza la “primera dama” surge la pregunta ¿Cómo no puede estar en la boca de los políticos una persona que hace política? ¿Una persona que durante sus travesías recalca las “obras benéficas” de su familia política y que al parecer le enorgullecen? Según el testimonio de la “primera dama”, el presidente Noboa, no ha buscado el poder político para beneficiarse, sino para servir al pueblo. Sin embargo hechos como el caso Olón, la militarización de mineras en Palo Quemado, los contratos de desayuno escolar, la distribución de alimentos en los centros de detención, la ubicación de la barcaza turca, la vulneración a los derechos de quienes piensa sus rivales políticos, entre otros atropellos, desdicen estas aseveraciones.
Al parecer, el pueblo golpeado por “el accidente de la democracia” como nominó una asambleísta al presidente Noboa, se siente menos humillado cuando ve que los de trajes blancos y de lenguaje obsceno le extienden la mano con una limosna, con demagogia y con mentira, pues esa es la forma de concebir un cargo público de quienes ahora están en el poder. Como mencionó Eva Perón en uno de sus discursos “La limosna fue siempre para mí el placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia”. Esa limosna que lleva a aplaudir las presentaciones degradantes y de pocos minutos que dedica el presidente a sus mandantes, que lleva a que lo defiendan las mujeres de su círculo cercano, que hace que las granjas de troll a su servicio hilvanen las hilachas que aún quedan de su imagen desgastada y que haya gente que aún sienta la necesidad de creerle.
Pero los trajes blancos son muy susceptibles de mancharse, se ensucian con el diésel de la barcaza que se derrama en el Río Guayas (testigo de la matanza del Pueblo en manos de la oligarquía, como ocurrió un 15 de noviembre de 1922); con la matanza carcelaria ocurrida precisamente en esta semana; con la violación al derecho internacional; con el caso de la vicepresidenta Abad; con el plan fénix que nunca existió; con el desempleo, con la educación lacerada, con el servicio de salud inexistente. Los trajes blancos se ensucian con la contaminación de los generadores de luz, que suenan 12 o 14 horas y vuelven pesado el aire y desesperante el ruido. Los salvadores blancos también se convierten en tinieblas, en un Ecuador sin seguridad, sin derechos, sin luz y sin agua. Los trajes blancos cuando se manchan, ya no se limpian, se desechan.
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