Por René Báez (**)
Apoteosis y hundimiento de la Nueva Economía
Las emblemáticas quiebras de las gigantes Enron y WorldCom y los aparatosos desplomes de la Bolsa de Nueva York el año 2000, resucitaron el fantasma de la Gran Depresión de los años 30. De su lado, los descalabros monetario-financieros en el MERCOSUR a comienzos de esta década –mal atemperados por los blindajes del FMI- vinieron a corroborar la presunción de que el capitalismo global había devenido un caso clínico. Los presagios sombríos se multiplicaron incluso entre los apologistas del establishment. ¿Qué estuvo detrás de esos nuevos espasmos del capitalismo que le afectaban tanto en sus núcleos centrales como en la periferia?
Abordemos la cuestión desde la óptica de la Economía Política.
Caracteriza al régimen de producción capitalista su desigual desenvolvimiento en el espacio (países que crecen y países que se estancan e incluso retroceden) y en el tiempo (ciclos con sus fases de auge, crisis, recesión y reanimación). Las crisis constituyen el momento crucial para ese sistema económico-social, puesto que ponen a prueba su capacidad de reproducción. E incluso, desde una perspectiva temporal más amplia, interpelan sobre la validez del multisecular paradigma de la Modernidad y el Progreso.
¿Por qué sobreviene una crisis?
Las crisis capitalistas –independientemente de sus circunstancias particulares y aleatorias- obedecen siempre a su contradicción esencial; es decir, al desajuste entre el valor de las mercancías producidas y el volumen de la demanda de las mismas. Expuesto en otros términos, traslucen el desequilibrio entre el carácter social de la producción y la forma privada de apropiación de los frutos de la actividad económica.
Este punto de vista, antes que expresar una anacrónica visión teórica, refleja la realidad más cruda de este tornasiglo. ¿A qué aludimos?
Catapultado por sus grandes triunfos políticos (caída del “socialismo real”, cooptación del movimiento obrero de las metrópolis y debilitamiento transitorio del nacionalismo tercermundista) y por los espectaculares avances tecnológicos especialmente en los campos de la informática y las comunicaciones –constitutivos de la denominada Nueva Economía-, el capitalismo central vivió una nueva apoteosis en la década de los noventa a horcajadas de un impetuoso proceso de concentración y centralización de capital exacerbado por el crecimiento exponencial del capital financiero especulativo. Dialécticamente, esa euforia del sistema habría incubado la crisis desde los comienzos de este decenio. Expliquémonos.
A consecuencia del referido proceso de concentración, la economía mundial se encuentra actualmente bajo el dominio de unas 200 corporaciones globales – encabezadas por firmas como la ExxonMobil, General Motors, Ford Motors, Daimler Crysler- que controlan el 25 por ciento del PIB mundial y conforman el “complejo totalitario” al que se refiriera F. Clairmot. Este núcleo duro del capitalismo global se había robustecido en los 90 blandiendo un liberalismo económico de una sola vía; es decir, avasallando países y continentes, desregularizando a las economías “anfitrionas”, privatizando empresas estatales y paraestatales, desmantelando sistemas de protección laboral, arruinando a competidores locales, impulsando bloques de integración asimétrica (tipos TLCAN o ALCA). Y por supuesto –conforme se apuntó- mediante operaciones especulativas adelantadas a escala planetaria.
¿Por qué la bonanza de la economía estadounidense –la locomotora del capitalismo global- comenzó a hacer aguas desde el 2000, diseminando las turbulencias financieras, la caída libre del dólar, la recesión, la relocalización de las inversiones, el desempleo y el escepticismo tanto en el centro como en la periferia? ¿Qué factores concurrieron para agotar la fase expansiva de los Estados Unidos sustentada en la famosa Nueva Economía?
Aparte del debilitamiento de la demanda solvente (derivada de la contracción del empleo, la inflexión del crecimiento a comienzos de la década tiene que explicarse por la progresiva pérdida de la competitividad norteamericana frente a Europa, Japón y China, tendencia que, en los últimos años, se ha traducido en déficit comerciales del rango de los 400-600 mil millones de dólares y en una espiral del endeudamiento de Washington con devastadores efectos en la ocupación y los ingresos en la metrópoli. Asimismo, un factor contractivo de la economía de la potencia mundial se tiene que localizar en la orientación capital intensiva de las tecnologías de punta, orientación que ha retroalimentado la caída de la demanda y generado un desempleo de características estructurales y no solo coyuntural. La extrapolación de estas condiciones a la economía internacional estaría en la base de la brecha de dimensiones siderales entre la opulencia y la miseria a escala mundial. Según las Naciones Unidas, tres hombres-corporación detentan una riqueza que supera al PIB total de los 48 países más pobres (600 millones de habitantes). ¿Cómo podría reproducirse normalmente un capitalismo que miniaturiza de tal modo el mercado?
El colapso de la financierización
El aspecto más perceptible de la crisis financiera comentada fueron los “cracks” bursátiles, popularizados bajo la denominación de “explosiones” de la burbuja financiera. Además del referido proceso de contracción de la demanda efectiva, ¿qué factores habrían determinado las debacles financieras? ¿Por qué se desinfló el capital financiero?
Para comenzar, la financierización alude a un proceso de crecimiento exponencial del capital ficticio. Maurice Allais, premio Nobel de Economía, ha calculado que los movimientos internacionales de capital especulativo superan en 40 veces a las liquidaciones originadas en la compraventa de bienes y servicios. De su lado, José Manuel Naredo, coautor del libro Pensamiento crítico vs. pensamiento único (Debate, l998), anota que el volumen de las reservas monetarias en el poder de los gobiernos apenas corresponde al que se intercambia diariamente en el mercado de divisas, aproximadamente unos l.800 millones de millones de dólares. ¿Cómo pudo edificarse esa colosal “economía de papel”?
La creación de capital ficticio es una tendencia innata del régimen capitalista. Marx la explicó asociada a la alienación que provoca ese régimen productivo y que se traduce en que los hombres dejan de reconocerse en los objetos que producen, dando pábulo a que el intercambio asuma formas fantasmagóricas. En la actualidad, ese “fetichismo de la mercancía” ha llegado a niveles surrealistas bajo comando de las corporaciones globales y los bancos de inversión, y cabalgando en el descomunal crecimiento de los mercados cambiarios, íntimamente relacionados con el mercado de los intereses. Como era de esperarse, la expansión de estos mercados, fuente de ingresos extraordinarios para el Gran Capital, ha dado origen a una variedad de “productos” financieros, también conocidos como “derivados” –futuros, swaps, opciones- y a la consiguiente expansión de la famosa burbuja de capital ficticio.
¿Por qué se rompió la pompa financiera en la coyuntura del 2000-2001?
Al menos por las dos razones siguientes:
° En primer lugar porque la financierización ocultaba la abismal disociación entre capital financiero y capital productivo, lo cual determinó que, en cualquier momento, los títulos fiduciarios puedan perder su valor de cambio y convertirse en papeles para el basurero. Es precisamente lo que constataron amargamente a comienzos de la década millones de inversionistas estadounidenses (y de otros países).
¿Cómo explicar ese espectacular desplome de los valores bursátiles?
Respuesta: debido al sinceramiento que tarde o temprano se produce entre economía financiera y economía real. “La pretensión de burlar las causas estructurales de la crisis –se lee en un documento- con el despegue de las bolsas de valores promovido en la década de los 90 en EE.UU. llegó a su límite. En realidad, durante esa década el valor de las acciones creció en un l.000 %, pero la economía real lo hizo solo en un 50%”. (Declaración del Comité Ecuatoriano contra el ALCA, 2002).
° Una segunda causa se relaciona con el hecho de que la hipertrofia del sector financiero coloca las decisiones más importantes de la vida económica de continentes y naciones en manos de un grupo numéricamente insignificante de personas, cuyos criterios se definen al margen de los intereses de los grandes contingentes humanos y de los vitales equilibrios ecológicos, es decir, de los componentes de la economía real.
La “falla” ética del sistema
El “crack” financiero en los Estados Unidos incubado por la Nueva Economía puede explicarse por el agotamiento de la estrategia de la Administración Clinton encaminada a disfrazar las presiones recesivas estructurales del ciclo a través del expediente de “cebar” la burbuja bursátil. Esta respuesta, sin embargo, no es suficiente para comprender la complejidad de la crisis del capitalismo abstracto y cibernético y vislumbrar sus implicaciones.
¿Cuál sería la causa íntima de los desastres financieros?
- Garaudy anticipó una explicación del fenómeno en su ensayo aparecido en el libro colectivo El Nuevo Orden Mundial (l996), donde plantea la tesis según la cual nuestro tiempo describe una pugna entre el monoteísmo sórdido del mercado y los hombres que creen que la vida tiene un sentido. Más recientemente, el citado F. Clairmont ha ensayado una teoría similar. “La religión del mercado –dice- sigue siendo la libre circulación de capitales, pero se empieza a materializar un nuevo mensaje cada vez más concreto y peligroso: hay que hacerlo todo buscando ‘el mayor valor para el accionista’, por el crecimiento del valor de las acciones”. Traducido a lenguaje corriente, esto no significa otra cosa que, en la lógica de este tornasiglo del capitalismo y la modernidad, no son los balances de pérdidas y ganancias los que determinan el valor de los títulos. Actualmente, las cotizaciones bursátiles han llegado a establecerse a partir de estimaciones (especulaciones) sobre la situación futura de empresas reales o imaginarias.
¿Cuál es el talón de Aquiles moral de este Mundo Feliz?
Samir Amin ha visualizado a la pompa fiduciaria como a una patología equiparable al cáncer, enfermedad que –conforme se conoce- multiplica descontroladamente las células en un proceso que conduce a la muerte del paciente.
¿Cuál sería el cáncer del capitalismo contemporáneo?
Max Weber discurrió sobre la superioridad del capitalismo a partir de sus supuestos atributos éticos como la frugalidad, el ascetismo, el sosiego. Semejante capitalismo, si existió alguna vez, resulta evidente que no existe más. Actualmente, “la fría astucia rige las relaciones comerciales, e incluso se ha convertido en un comportamiento normal. El ceder de alguna manera ante un opositor o un competidor se considera un error imperdonable para la parte que tiene una ventaja en cuanto a posición, poder o riqueza”. (A. Solzhenitsyn, Fin de Siglo, l996). Las elites económicas y políticas mundiales –incluso sus congéneres del Sur- han abrazado frecuentemente sin saberlo el fundamentalismo de la modernidad cifrado en la sentencia de Bentham para quien “todo valor es un valor mercantil”.
El horizonte de ese apotegma utilitarista es temible y no únicamente por los efectos derivados de las tormentas financieras. Si las acciones humanas van a tener como brújula exclusiva el éxito económico, habrá que entender que todo está permitido. Seguramente este habrá sido el argumento exhibido por los sacerdotes de la “contabilidad creativa”, cuyos logros terminaron por poner al descubierto los pies de barro de la Nueva Economía.
En los días que corren, y luego de una débil y errática recuperación de la economía estadounidense sustentada en el keynesianismo de guerra –ocupación de Afganistán e Irak, Plan Colombia, etc.- y el fabricado “boom” inmobiliario tozudamente instrumentados por el gobierno de George W. Bush, la caída del Bear Stearns y las dificultades del CitiGroup –el banco más grande del mundo- preludian graves tempestades no solo para la potencia unipolar sino para el planeta entero.
“La peste ya está aquí, ¿qué hacer cuando llega la peste?”, acotaría el poeta Homero.
(*) Texto publicado originalmente por ALAI el 13 de abril del 2008.
(**) René Báez, catedrático de la Universidad Central del Ecuador y de la PUCE, Premio Nacional de Economía y miembro de la International Writers Association.
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