La calidad educativa es un tema recurrente en los debates políticos. Durante las campañas proselitistas su uso discursivo es el fetiche con el que las élites prometen cambiar el país, aunque en el ejercicio del poder esas ofertas electorales son abandonadas por la práctica de la austeridad fiscal.
Siendo candidato Lasso, asediado por el fantasma del fraude, asumió compromisos en el balotaje para vencer al corrupto correísmo. Esas propuestas, una vez que el banquero fue posesionado como mandatario, fueron sustituidas por la agenda dictada por el Fondo Monetario Internacional.
Pronto Lasso mostró su verdadero rostro neoliberal: la oferta de reabrir las escuelas comunitarias cerradas por el prófugo fue subrogada por la ausencia de presupuesto para mantenimiento de la infraestructura educativa, el reintegro de los maestros despedidos durante la pandemia fue suplido por la reducción de partidas docentes, las mejoras salariales para los maestros fueron boicoteadas con demandas de inconstitucionalidad y vetos presidenciales.
Pero más pudo el tesón del magisterio ecuatoriano dirigido por la Unión Nacional de Educadores. La aprobación de la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI), reformada luego de once años, testimonian la trascendencia que tiene la asociación de distintas formas de lucha que utilizan las clases subalternas para someter el poder.
Un baluarte para la victoria de los maestros fueron las dos valientes huelgas de hambre que consecutivamente impulsó la UNE y las organizaciones sociales del Frente Popular. La solidaridad social y la presión ejercida a la Corte Constitucional fueron decisivas para derrotar la objeción total que hizo Lasso a la equiparación salarial.
El triunfo del magisterio ecuatoriano aleccionó al movimiento popular; para derrotar al Fondo Monetario y al gobierno neoliberal se necesita de la unidad y la lucha del pueblo, pero también se requiere quitarle el disfraz a los comensales de Carondelet que proclaman defender a las bases, mientras negocian puestos burocráticos para su beneficio.
En adelante la lucha sigue, el banquero está obligado a cumplir la LOEI y la comunidad educativa debe vigilar su aplicación integral e inmediata. La escuela pública venció, la lucha es camino de victorias.
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