“Lo más grave, cuando se aplane la curva, cuando pase la pandemia, sería que volvamos a la normalidad. No podemos volver a la desigualdad social, de profundas contradicciones, de zonas de miseria comparadas con zonas de riqueza, algo que no solo pasa en Latinoamérica sino en el mundo. Tenemos que ir a un futuro donde no siga creciendo exponencialmente la concentración del capital en unos pocos, en un 5% de la población, mientras se excluye y se crean condiciones paupérrimas para la gran mayoría.” Jaime Breilh. La normalidad: Coronavirus y salud
Han transcurrido algo más de cinco meses desde la detección del primer caso del COVID – 19 en China y la emergencia sanitaria por el coronavirus ha generado y evidencia cambios muy trascendentes en el comportamiento social por lo que se viene hablando, a nivel nacional e internacional, de la necesidad de pasar del aislamiento social a la fase de distanciamiento.
Los principales interesados de llegar a esta transición son los gobiernos, empresas multinacionales o las grandes corporaciones que desean reactivar la economía global que se proyecta con una disminución de alrededor del 3% como mínimo del PIB mundial según estimaciones del FMI, un porcentaje por demás superior a la de la crisis de 1999 que estuvo en 1,9%.
Una realidad que según los entendidos más conservadores provocará, junto con otras graves secuelas, un incremento de pobres en el mundo en alrededor de 60 millones de seres humanos.
“Trabajen, trabajen, proletarios, para aumentar la riqueza social y sus miserias individuales; para que, volviéndose más pobres, tengan más razones para trabajar y ser miserables. Tal es la ley inexorable de la producción capitalista” Paul Lafarguete, El derecho a la pereza,1880.
¿Qué normalidad añoramos?
Vale recordar, frente a la frágil memoria colectiva, la normalidad capitalista, ilustrando con algunos datos la realidad que precede a la actual crisis sanitaria mundial.
Los datos son muy reveladores:
El 1% más rico del planeta posee el 95 % de la riqueza del planeta.
Los 26 grupos económicos más ricos del mundo poseen más riqueza que 800 millones de pobres del planeta, la cuarta parte de las personas adultas que trabajan tienen un ingreso promedio de 3,10 dólares diarios.
La pobreza extrema o “multidimensional” abarca a 792 millones de seres humanos, de los cuales, 1 de cada tres es niño, que sobreviven con ingresos de 1.69 dólares diarios, sin acceso a educación, salud, vivienda, sin servicios básicos de luz, agua potable, electricidad, con altos niveles de desnutrición, afectando significativamente su nivel de vida.
La población económicamente activa (PEA) mundial es 3.489 millones y 1.300 millones de seres humanos viven en condiciones de pobreza, de ellos 663 millones son menores de edad
En la sociedad tal como la conocimos antes del COVID-19 1 de cada 3 mujeres habían sido víctimas de violencia física o sexual a nivel mundial.
Existen 10 conflictos militares de magnitud en el mundo (Siria, Yemen, Libia, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Somalia, Palestina, Turquía, República Centroafricana, Birmania) que implican millones de desplazados, cientos de miles de muertos, que no conmueven la conciencia de gobernantes, multinacionales ni organismos multilaterales, ni merecen la solidaridad de la OMS, ONU, peor de la asistencia económica del BM ni del FMI, ya que en estos conflictos están presentes los intereses de las potencias imperialistas Estados Unidos, La Federación Rusa, La Unión Europea, China, que invierten ingentes recursos en la industria de la muerte.
En el Ecuador la realidad no era muy diferente:
7 de cada 10 mujeres en el Ecuador, han sido víctimas de algún tipo de violencia en alguno de los distintos ámbitos a lo largo de su vida
El costo de la Canasta Familiar Básica (CFB) se ubicó en $ 713,89 mientras que, el salario básico unificado era de 400 dólares, hoy gracias a Lenin Moreno se redujo a 220 dólares
El 71,1% de la población de Ecuador está en edad de trabajar, de la cual solo el 65,3% está económicamente activa, lo que significa en resumidas cuentas que 4 de cada diez 10 ecuatorianos son desocupados plenos. Lo que traducido a números nos dice que la población en edad de trabajar PET esta en 12’371.000, de los cuales 8’ 078.524 constituyen la población económicamente activa PEA y 4’300.000 personas constituyen la población económicamente inactiva PEI, cuatro (4) de cada diez (10) ecuatorianos son desocupados plenos.
La pobreza por el nivel de ingresos inferior a $84,82 mensuales se ubica en el 25% y la tasa de pobreza multidimensional (NBI), se ubica en 38,1 % extrema pobreza.
En el área rural la NBI aumentó de forma significativa, pasando del 67,7% en diciembre del 2018 a 71,1 % en el mismo mes del 2019.
Lo más preocupante son los millones de seres humanos del planeta que han aceptado esa violencia como parte de la normalidad capitalista, de la cual es parte también la violencia patriarcal, la violencia contra la naturaleza, la xenofobia, la homofobia, la guerra, etc. Manteniendo un silencio cómplice, mientras no afecte su exclusiva, individual y muy personal normalidad y talvez la de su entorno más próximo. Vivimos el reino del egoísmo, la mezquindad, el individualismo.
La normalidad es la crisis y no podemos retornar a ella.
Este pequeño recorrido por algunos indicadores de la realidad pre-pandemia llena de miles, de millones de razones muy humanas al graffiti “no volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema”, que cuestionó los llamados al orden y al retorno a la normalidad reclamado por la elites chilenas y por Piñeira en octubre de 2019 ,y que hoy es la urgente demanda de los dueños del capital mundial que ven derrumbarse mitos y fábulas como las de ser “la primera potencia mundial”, el “milagro latinoamericano” o el “modelo exitoso de desarrollo de ciudad”.
El concepto de “lo normal” esta condicionado histórica y socialmente, ha evolucionado conforme a consensos sociales y se ha establecido en contextos que establecen un conjunto de normas que regulan lo socialmente aceptado y todo aquello que sale de la norma es considerado anormal, asocial, y por tanto cuestionado, sancionado, reprimido, restringido, negado y secuestrado por la iglesia, el derecho, las leyes, la clínica, el panóptico, la cárcel, el tiempo, el momento histórico y el escenario.
Lo normal y, por tanto, la normalidad se establece en una formación económica social concreta, en unas relaciones sociales, económicas de clase, en el marco del desarrollo de las instituciones que le son inherentes (familia, estado, gobierno, escuela, religión, jurídicas, políticas), en torno a una moral y una ética que le corresponden e influyen en la base económica y en la superestructura correspondiente, por ejemplo, lo normal para el poder en la época colonial, es hoy en el siglo 21, una abominación histórica, social, cultural y humana.
Esto demanda pensar y trabajar por retornar a una “normalidad” diferente, a una socialidad nueva, una humanidad distinta que asuma plenamente la frase “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.” expresada en la primera mitad del siglo XX por la revolucionaria marxista Rosa Luxemburgo.
Una nueva normalidad que parta de la relación armónica entre lo social y natural, que elimine las causas de la explotación, del atraso, de la pobreza, de la violencia, que promueva la creación, el arte, que piense y recree la solidaridad, la puesta en común, que trabaje colectivamente, elimine privilegios, en la que la riqueza social generada por millones de mujeres y hombres este al servicio de la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Que implica la superación de un sistema que se ha demostrado inviable para la vida por su carácter destructor, expoliador, causante de la miseria de millones de seres humanos y de las alteraciones en la naturaleza, producto de la irracional explotación de recursos que están agotando la vida en el planeta.
La urgencia de romper con el capital e instaurar una sociedad de equidad, de justicia y plena igualdad, es una necesidad, una demanda urgente que convoca a la vida amenazada por la barbarie del capital y sus gendarmes EEUU, UE, FMI, BM, las corporaciones y multinacionales.
Cuando se habla de retomar la normalidad, casi todos los analistas coinciden en que la “nueva normalidad” implicará generación de sentidos diferentes en torno a lo social, mediados por la tecnología, la inteligencia artificial, las redes, plataformas de comunicación.
Otros ponen acento en la premisa de que debemos acostumbrarnos a convivir con el virus, la lógica de varios gobernantes apela a una auto inmunización provocada por el contagio explosivo de la mayoría de la población que, a su vez genere los anticuerpos para hacer inocuo al virus y que perviva de manera latente como otros virus sin su carga letal. Esta opción implica millones de muertos que provendrían de los sectores mas pobres de la sociedad mundial, los trabajadores, los migrantes, los afrodescendientes y los latinos. Daño colateral (necesario) dirán los estudiosos y analistas defensores del gran capital.
En los últimos meses lo normal socialmente aceptado viene dictado por la OMS, las transnacionales de la comunicación, los gobiernos de los estados y sus instituciones, se ha confinado la sociedad humana al extremo de mirar en el otro el enemigo, el portador asociado al contagio y posible muerte, con lo que se pretende romper la socialidad inherente a lo humano y reemplazarlo por la telemática, la robótica, la inteligencia artificial. Que busca se acepte acríticamente los mecanismos de control, cámaras, microchips implantados que no solo den cuenta de tú situación de salud, sino que pueda establecer donde estas, con quien conversas, que dices y opinas generando un así virus informático invasivo a nivel planetario que vulnere todos nuestros derechos humanos, elimine agresivamente el ámbito de nuestra privacidad, elimine nuestra libertad de ser y de elegir que ser y hacer y coloque toda esta información a servicio de las trasnacionales de la medicina, de la moda, de los alimentos, de la comunicación, del comercio, de los gobiernos, de sus aparatos de seguridad para que tengan la capacidad de eliminar las reacciones, las resistencias, las rebeldías, los movimientos contra hegemónicos que surgirán como respuesta a esta imposición de un NUEVO orden mundial o esta nueva normalidad a la que nos invitan nos integremos con disciplina, orden, sin discrepar y así asegurar el dominio y la supervivencia del Capital, beneficiario directo en miles de millones de dólares de las actuales condiciones de crisis humanitaria.
La normalidad que debemos aspirar y construir debe poner al centro el conjunto de derechos humanos, colectivos, de la naturaleza, que ponga al centro el desarrollo total y pleno de la vida en todas sus expresiones, que disponga el goce pleno del derecho al descanso, al ocio de la sociedad de los productores, de los trabajadores, tal como la pensó Paul Lafarguete en su ensayo titulado “Le droit à la paresse” (El derecho a la pereza) publicado en 1880 y que desde 1948 consta en la declaración universal de derechos humanos en el articulo 24: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.” Ya en el siglo XIX se reconocía que trabajar demasiadas horas representaba un peligro para la salud de los trabajadores y para sus familias.
Recuperar una normalidad que tome en cuenta gestionar de manera diferente la economía, que establezca una salud pública con una visión crítica, incluyente y participativa del tejido social incorporando y fortaleciendo la participación de la organización popular; que invierta ingentes recursos en educación, salud, generación de empleo y vivienda; pensada desde y con la soberanía alimentaria; que redistribuya la riqueza social generada entre los productores; que promueva la igualdad económica, social y de género; que cuestione y elimine las diversas formas de violencia del estado capitalista.
Una normalidad cooperativa, solidaria esencialmente vital y de respeto a todas las formas de vida; justa sin explotación, plena de libertad para el desarrollo de la creatividad humana, de la sensibilidad, del arte y la literatura; que satisfaga plenamente las necesidades del ser humano tanto material (alimento, vestido, vivienda, servicios básicos, educación universal, salud para todos, recreación), cuanto espiritualmente.
Esa normalidad es revolucionaria y no caerá del cielo como el maná al pueblo de Israel según el relato bíblico. Requiere de unir voluntades, conciencias, organizaciones y acciones para transformar este escenario de tragedia humanitaria, en el escenario de la humanidad plenamente realizada.
Un fantasma recorre el mundo moderno, el de la revolución social de los pobres de tierra, el de la vida nueva libre de las miserias generadas por el poder del Capital.
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