Terminado el paro, ¿se ha recuperado la paz?

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“El pacifismo y la prédica abstracta de la paz, son una forma de embaucar a la clase obrera para que esta no se rebele contra su opresor”

V. I. Lenin

I

 

El Ecuador sigue siendo un país capitalista dependiente, en el que se expresan las contradicciones propias del sistema. El morenismo, que surgió como continuidad del correismo, rápidamente se develó como un proyecto burgués más agresivo que su antecesor, desde el punto de vista de la implementación del neoliberalismo, el sometimiento al imperialismo norteamericano y el cumplimiento de los designios del Fondo Monetario Internacional. Esta política de sometimiento es la que ha implicado, entre otras cosas, la adopción de medidas antipopulares como el extractivismo, la flexibilización laboral, reformas tributarias y la eliminación de subsidios de los combustibles que, tras meses de preparación, finalmente, desbordó en un gran levantamiento popular.

 

Mucho se escribirá acerca de las jornadas de octubre del 2019 en Ecuador, y, como es lógico, habrán quienes se inclinen, en sus análisis, a favor del levantamiento y quienes estén en contra, esta, que es una verdad innegable, no partirá -como se pretende demostrar- de una diferencia entre quienes “hacen apología a la violencia” y quienes “anhelan la paz”, la diferencia de criterios tendrá, en última instancia, un origen mucho más profundo, abstracto e incomprensible, quizás, incluso por la gran mayoría de quienes estuvieron presentes en el conflicto. El origen de las diferencias -y no solo de los análisis- es la persistencia de la lucha de clases que, en la actualidad, como lo diría Marx, hace casi dos siglos, sigue siendo el motor de la historia.

 

Y, es a partir de esa premisa que se debe analizar este, como todos los conflictos suscitados en nuestro país y en el mundo contemporáneo. Negar que, hoy en día, pese a los avances científicos y tecnológicos, sigue existiendo explotación, opresión y marginación, que esta realidad beneficia a unos pocos mientras perjudica a las grades mayorías y que, en ese estado de cosas, resulta inevitable que se susciten contradicciones y confrontaciones, nos llevaría a analizar el levantamiento de octubre desde la idea de que hay gente “buena y mala”, “pacífica y violenta” y nos arrojaría conclusiones como que “todos perdimos” o que “el país se está destruyendo”, como algunas personas, incluso bienintencionadas, afirmaron.

En estas condiciones de desigualdad e injusticia, ¿Es posible concebir la idea de una coexistencia pacífica entre las partes?, ¿Se puede hablar de paz entre explotadores y oprimidos, entre quienes tiene el poder y quienes no?, la respuesta obvia es que no. Ahora, como diría Marx, “esta lucha, a veces es abierta y, a veces, es velada”, es decir que, no siempre se expresa en confrontaciones directas, lo cual, no implica que no esté presente. La lucha de clases está presente de manera permanente en el ámbito de las ideas, de la cultura, del arte, de las relaciones sociales y económicas. ¡En todas las esferas de la vida se expresan contradicciones entre los intereses, las concepciones y los valores de diferentes grupos antagonicos!

 

II

 

Cuando hablaba de la guerra, V. I. Lenin hacía referencia a que existen guerras justas e injustas y que esa condición está determinada, no por quien dispara primero, sino, por los intereses que, representa cada fuerza beligerante, así, hay guerras de rapiña, de invasión, en la que las grandes potencias imperialistas buscan expoliar recursos y mantener zonas de influencia, esas son las guerras a las que Lenin califica de injustas. Y, existen guerras defensivas, de resistencia, en la que los países dependientes, los pueblos resisten a esta invasión, estas guerras son justas. Así mismo, se debe analizar la violencia social, por que no es lo mismo disparar para defender el poder establecido, que lanzar una piedra para cambiar el mundo.

 

Si hablamos de lucha, naturalmente, implica violencia, el mismo estado, lejos de ser el contrato social que teorizó Hobbes y que nos quieren vender en la actualidad como “estado de derecho” o “patria de todos”, surge como expresión de las contradicciones irreconciliables entre las clases sociales y es, por lo tanto, un instrumento de dominación de una clase social sobre otra. Hacerse millonario a costa del trabajo de otros es violencia, como violencia es limitar -con leyes y armas- el desarrollo de países y pueblos, los derechos de las personas, condenarlos a la miseria y la muerte, la xenofobia, el racismo, el machismo y cualquier tipo de marginación, también son violencia. Vivimos en una sociedad violenta y el origen de la violencia es el sistema capitalista Los ricos y poderosos son quienes inician la violencia desde el poder económico y político.

 

La historia de nuestros pueblos, es la historia de la resistencia y lucha milenaria contra la invasión incásica, la conquista española, contra el sometimiento de terratenientes y oligarcas, contra los gobiernos entreguistas y lacayos del imperialismo. Así se ha forjado la tradición de la nación mestiza, de los pueblos indígenas y del pueblo negro, así se arrancó, de manos del poder muchos derechos, así se llegó a reconocer al Ecuador como país multiétnico y plurinacional. Nadie que conozca la historia, puede negar que fueron con luchas, movilizaciones, manifestaciones, levantamientos e insurrecciones que se ha impedido que la violencia de los poderosos nos impongan su política que ha buscado beneficiar a las élites.

 

Ni Correa, ni mucho menos Moreno, cambiaron las condiciones estructurales que originan la violencia, esto es, la propiedad privada sobre los grandes medios de comunicación. Por ello, pese a los anuncios de diálogo, el supuesto “acuerdo nacional” y otros aspectos demagógicos, la violencia intrínseca del sistema, se ha mantenido y, como ha quedado demostrado en estos últimos días, se ha reforzado y sigue estando al servicio de los intereses del imperialismo -especialmente gringo-, del FMI, de la burguesía y la oligarquía. Y, pese a que dicen representar a todos, no dudan en aplicar la violencia cuando “los de abajo” deciden rebelarse ante las medidas que se adoptan desde el poder.

 

III

 

La violencia reaccionaria, la que busca sostener el poder de la burguesía, la que ejerce su estado desde sus instituciones, incluyendo la policía, fuerzas armadas y los medios de comunicación, se hizo patente, en el caso particular de este conflicto, desde el momento en el que, en cumplimiento de los designios del FMI, el gobierno aprobó un paquete de medidas económicas que afectaban el bolsillo de la inmensa mayoría; continuó con el despliegue de la policía y el ejercito en contra de las movilizaciones populares, con la actitud guerrista del Ministro Jarrin que amenazaba a la población con una posible guerra; siguió con la declaración del Estado de excepción, los toques de queda y una serie de incursiones orientadas a desmovilizar a la fuerza, generando miedo y zozobra.

 

Pero, esta violencia no solo fue ejercida desde las instituciones represivas del Estado y, dejando de lado sus contradicciones – que no son antagónicas-, se sumaron también los políticos de derecha como Guillermo Lasso que, olvidándose que acusaba a Moreno de haberle robado la presidencia, llamó a “luchar por la democracia contra los vándalos y anarquistas”, Nebot y su títere Cinthya Viteri, en la alcaldía de Guayaquil, organizaron toda una ofensiva para “defender a Guayaquil y la democracia”, junto con el gobierno, cerraron los accesos a la ciudad, cambiaron la sede del gobierno y, el mismo exalcalde, en una de sus concentraciones dijo: “Es momento de hacer la guerra para garantizar la paz”.

Terminado el paro ¿se ha recuperado la paz?

A esto se sumó la “guerra sucia” que, en los hechos, expresó una unidad de clase entre grandes medios de comunicación, el gobierno y el resto de la derecha; quienes, desde todos los frentes buscaron satanizar a los manifestantes, desnaturalizar la lucha e, incluso, llegaron a perpetrar autoatentados como el ataque a la contraloría, a Teleamazonas y varios saqueos. En la idea de que se fraguaba un golpe de Estado, se conjuntaron varios intereses y, aprovecharon para hacer un ajuste de cuentas entre la facción correista y morenista. A la prédica oficialista, se sumaron varios sectores “medios”, entre políticos, activistas y población civil, lo cual no es de extrañarse ya que, en una sociedad de clases “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”.

 

IV

 

Por otra parte, el movimiento indígena, los trabajadores, la juventud y los pueblos, también hicieron uso de la violencia, que, aunque no lo sepan buena parte de los actores, por ser respuesta a la violencia del Estado, es violencia revolucionaria. Usó, el pueblo, todas las formas de lucha que estuvieron a su alcance: cerraron vías y tomaron instituciones; hicieron marchas que, al pretender ser dispersadas por la fuerza, se volvieron confrontaciones directas con la policía y e ejercito; realizaron la Huelga Nacional que veníamos preparando hace meses, hicieron cacerolazos, mitines, plantones, asambleas y todo tipo de concentraciones. Ante la desinformación de los grandes medios de comunicación, hicieron de las redes y los medios alternativos su fortaleza.

Terminado el paro, ¿se ha recuperado la paz?

A las nuevas formas de represión, le correspondieron nuevas formas de resistencia e instrumentos de lucha: Cuando la policía empezó a usar gran cantidad de gas lacrimógeno, los manifestantes comenzaron a usar mascarillas, gafas, vinagre, bicarbonato; cuando las bombas empezaron a producir bajas, se elaboraron escudos; cuando los vehículos antimotines y las motos arremetían violentamente, la gente armó sus barricadas; cuando empezaron a lanzar granadas, cartuchos de perdigones y balas, se multiplicaron las piedras, los voladores y una que otra incendiaria; cuando policías y militares comenzaron a ingresar a la fuerza a las comunidades y demás sitios, comenzaron a retenerlos; cuando se pretendió cercar los focos de lucha, los barrios se volvieron trincheras.

 

Las jornadas de lucha, en las que participaron, no sólo el movimiento indígena, sino importantes segmentos de la población urbana, contó con un importante contingente juvenil, lo que plantea, por un lado, el gran potencial revolucionario existente entre los pueblos del Ecuador y, por, otro lado, un importante grado de superación de límites como el miedo, el conformismo, el pacifismo, la resistencia a la lucha popular y el exceso de confianza en las instituciones y autoridades de la burguesía. Sin duda alguna, existen muchos elementos más que persisten en el imaginario de las masas que limiten su accionar, pero, indudablemente, las jornadas de octubre marcan un antes y después en la lucha de clases en el Ecuador y se constituye una invaluable escuela de formación para los revolucionarios y para las masas.

 

V

 

La táctica de gobierno fue derrotada en todos los sentidos: En el campo de batalla, el despliegue de grandes contingentes de policías y militares, dotados de armamento disuasivo y de armas letales, decididos a dispersar, por la fuerza, las manifestaciones en todo el territorio, fue derrotado con la masividad y la superioridad moral de los manifestantes que lograron sortear los embates de cada batalla y que, a cada golpe del enemigo, respondían con flexibilidad y sumaban apoyo popular. Entre los pueblos también destacaron combatientes de primera fila, instrumentos caseros, equipos médicos y comunicadores populares que permitieron fortalecer la lucha; fue el pueblo quien abasteció de alimentos y, autoridades democráticas quienes dotaron de albergues a los manifestantes de Quito. Así, se compensó la evidente desventaja bélica y se alcanzó superioridad táctica.

 

La táctica comunicacional, también fue derrotada y, no consiguió aislar a los manifestantes: En un inicio se hablaba sólo de un paro de transportistas, después de un paro de indigentes, de un movimiento golpista encabezado por correista y en todo momento de vándalos y saqueadores. El movimiento social supo dar respuesta oportuna a cada una de estas acciones, que buscaban sembrar el miedo y la incertidumbre, las redes sociales y los medios alternativos informaron los sucesos en vivo y en directo, pero, también fueron determinantes en algunos acontecimientos. A manera de ejemplo, podemos mencionar la retención de periodistas para que den cobertura de la Asamblea de los pueblos, el Cacerolazo que se convocó en redes sociales y echó por los suelos el toque de queda decretado.

Terminado el paro, ¿se ha recuperado la paz?

Políticamente, el gobierno, la derecha y el FMI también fueron derrotados, aunque de manera parcial, ya que se vieron obligados a retroceder en temas que, en un inicio, ellos calificaron de innegociables, además, queda en evidencia la debilidad del gobierno, del presidente que quiso mostrarse “valiente”, la actitud represiva de ministros como María Paula Romo, la inoperancia de instituciones como la Asamblea Nacional, la intolerancia y el racismo de sus representantes como Jaime Nebot. Además, fruto de sus propias contradicciones, se deja, todavía, más debilitada a la facción correista. Más allá de las maniobras y los resultados inmediatos, la burguesía y el imperialismo han develado su verdadero carácter ante el imaginario de las amplias masas populares.

 

VI

 

Así cómo no se puede hablar de violencia por violencia, al margen del sello de clase que contiene, tampoco se puede hablar de paz en abstracto. La paz, que es una bandera esencialmente justa, un anhelo humano que sólo se conseguirá cuando exista equidad y justicia social, muchas veces ha sido manipulado por las clases dominantes para justificar su represión generar conflictos entre pueblos o frenar la lucha de los sectores populares cuando amenaza sus intereses. En el marco de las guerras de cuarta y quinta generación, las operaciones psicológicas hacia las masas, buscan generar enemigos internos, satanizar a sectores que, supuestamente, amenazan la paz y tranquilidad de los demás.

 

Al referirse a este concepto, la burguesía y el imperialismo hace referencia a la estabilidad para continuar con sus procesos de explotación y acumulación, para imponer su proyecto sin obstáculos, con ese fin organizan todo el aparato represivo y se arman permanentemente. Esta paz es sólo una ficción en un mundo atravesado por la violencia sistemática y convulsionado por una serie de conflictos. Ante esta mentira y manipulación se alzan los pueblos para gritar que la paz no es el silencio de los oprimidos, que sólo puede haber paz entre iguales y que, para tener esa verdadera paz, primero se deben superar los motivos estructurales de la violencia que parten de la división de clases y el aprovechamiento del trabajo de muchos para el beneficio de unos pocos. Como diría Lenin: “Es profundamente errónea, en particular, la idea sobre la llamada paz democrática sin una serie de revoluciones”.

 

Por ahora, en el sentido estricto de la palabra y, en referencia a una batalla en particular, el movimiento popular ha vencido y ha obligado al gobierno a firmar un acuerdo que ponga fin a un conflicto, pero, como lo viene demostrando el propio régimen, la lucha no ha terminado y el deber de las organizaciones populares y de izquierda es continuar con la pelea cada vez más decidida en contra de los enemigos del pueblo y en búsqueda de una verdadera transformación social. Lo contrario, sería traicionar las aspiraciones justas de todo un pueblo que despierta de un letargo forzado por diez años, empieza a mirar con mayor claridad a sus verdaderos aliados y enemigos y comienza a entender cuál es el camino para esos cambios verdaderos.

 

Ahora mismo, en el Ecuador, continúa la explotación y la miseria, los índices de desempleo han aumentado, el subempleo afecta a más de la mitad de la población, la inseguridad, los crímenes violentos, la violencia contra las mujeres, la depredación del medio ambiente, la megaminería, la venta de nuestros recursos a cambio de migajas, no han cesado. Se sigue fortaleciendo el Estado represivo, se empieza a enjuiciar a dirigentes populares, más de 200 manifestantes han sido judicializados, el gobierno aplaude y premia la represión de la policía y el ejército, se niega a reconocer sus excesos y violaciones a derechos humanos, convoca a concentraciones con funcionarios públicos obligados, se niega a hablar con las organizaciones de trabajadores y, mientras tanto, en su discurso se sigue hablando de paz.

Ricardo Naranjo
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