¿Qué remedio hay?

publicado en: Opinión | 0
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Por: Alfredo Pérez Bermudez

La Constitución de 1830, como el hito de legitimación jurídico/política del Estado ciudadano, dejó sentadas las bases de la desconfianza y el sentido de fracaso social de los ecuatorianos, solo cubierto por la manipulación de la masa subsumida en un histórico palimpsesto cultural que perdura 200 años, tiempo en que la farsa ha sido la comidilla de su cotidianidad y la tragedia la estrategia del otrora conquistador para heredar su sangre depredadora.

 

Parafraseando a Carl. G. Jung (1968),[i] se diría que el Ecuador de hoy se encuentra en uno de sus más encumbrados caos y desencuentros, ya que aquella “sintomatología psicopática -de nuestra historia- se ha extendido como nunca en los acontecimientos políticos” de la república de los últimos 20 años, pues el mapa social se encuentra en un momento de ruptura institucional, tal como lo revelan los acontecimientos vinculados al narco-negocio, cuyo germen no es nuevo, pero que ha adquirido dimensiones extra ordinarias.

 

Dicha “sintomatología” se evidenció de forma clara y contundente a partir del 2007, cuando se creyó en un inusitado espectáculo de cambio al estatuto ontológico del país, mediante la instauración de un modelo salvador que aparecía desde la Av. de los Shyris en Quito-Ecuador, figurando un Dionisio o un Wotan o un Nazaret de marca, diferente a un putanal de presidentes igual de religiosos que hemos tenido desde 1830.

 

Fue desde ese entonces que se puso en estado de emergencia política a todo el Ecuador, alejándonos de la clásica racionalidad “democrática” y recubriendo nuestra existencia, eclipsada por los acontecimientos desistitucionalizadores del Estado (y desde el mismo Estado), sujetado por sujetos que han llevado los ámbitos del sicariato a la normalidad de Estado Nacional, cuyos beneficiarios parecerían ser, o son, los entornos que le sucedieron al salvador de la Shyris: los presidentes Lenín Moreno Garcés y Guillermo Lasso Mendoza, adornados por la prensa oficial.

 

De modo que la pscicologización del ambiente nacional es hoy el arquetipo del hombre-fiera, el señor de los muertos de la calle; escena inaugurada en un ciclo administrativo que devastó la moral desde sus eslabones estamentales. Momentos dramáticos y desgraciados para nuestra historia los que vivimos hoy, justificados con las imposturas legales y la opresión política al pueblo, tal cual lo sucedido en Octubre el 2019 y Junio de 2022, o la persecución y el encarcelamiento a luchadores sociales de base, rurales y urbanos, a los que ahora, como antes, se los califica de terroristas.

C. Marx, decía que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Y esta frase parece dibujar la imagen real del Ecuador de esta segunda década del presente siglo, agudizada (tal imagen) por una nueva/vieja y descontrolado ola. No obstante, el centro narrativo es el drama y la tragedia que podemos descifrar en los históricos infortunios del país. Que nuestra historia se repita dos veces, suena a de Perogrullo, a guión bien armado; a un muy bien articulado sainete donde los espectadores siguimos aplaudiendo por resonancia, por costumbre. ¿Qué remedio hay?

[i] Jung, C. (1968). Consideraciones sobre la historia actual. Madrid, España. Ediciones Guadarrama.

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