Han pasado cincuenta años desde que la dictadura militar paseó sobre un tanque de guerra el primer barril de petróleo que se explotó de la Amazonía ecuatoriana y aún persisten las promesas de desarrollo vinculadas al extractivismo.
El gobierno de Guillermo Lasso en su propósito de duplicar la explotación petrolera en los próximos cinco años, hasta llegar a un millón de barriles diarios, firmó el Decreto Ejecutivo 95 que justifica la privatización a cambio de recursos para el Estado e inversión social en las zonas en dónde se desarrollen las actividades hidrocarburíferas.
El Decreto del banquero pretende convertir a PETROECUADOR en una compañía que se subaste en los mercados internacionales. Con ello, cada gobierno, aduciendo crisis, venderá progresivamente la empresa pública a corporaciones privadas, que en el futuro determinarán todas las políticas petroleras (precios de los combustibles, concesiones de pozos y campos, etc.) sin control del Estado.
Además, el gobierno de Lasso quiere retornar a los contratos de participación petrolera que beneficiaba a las transnacionales con 80 de cada 100 barriles extraídos. Este caduco modelo de contratación reemplazará a la fallida modalidad correísta de prestación de servicios que subsidia a las empresas privadas, pues éstas cobran una tasa fija por la explotación petrolera, incluso en momentos en que el barril de crudo se desvaloriza.
El régimen continuará con la venta de las estaciones de servicio de PETROECUADOR que inició Rafael. En adelante, las empresas privadas se aprovecharán exclusivamente de la rentable comercialización de combustibles, mientras que el Estado perderá su condición de regulador natural del mercado.
Lasso miente al ofrecer progreso y bienestar a cambio de la privatización del sector hidrocarburífero. El extractivismo no es la vía del desarrollo, no lo fue, ni lo será, pues la ampliación de la frontera minera-petrolera es proporcional a los enormes pasivos sociales y ambientales, además que alienta la creciente dependencia extranjera.
Urge detener el tren neoliberal, cambiar la matriz energética y promover la investigación de energías limpias y alternativas que sustituyan a las tradicionales. El futuro trasciende a los intereses privatizadores de las élites y del Fondo Monetario, el Ecuador necesita de una economía post petrolera.
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