La crisis política que sufre el Perú está atravesada por la corrupción estatal, pero sus orígenes son el resultado de la obsolescencia del modelo neoliberal que fue impuesto, con violencia, por el gobierno de Fujimori hacia los años noventa del siglo anterior.
El crecimiento económico, que las élites latinoamericanas las exponen como modelo a seguir, no justifica las inequidades sociales, pues las mayorías peruanas están subordinadas a las migajas que el libre mercado entrega, mientras se engorda a monopolios y transnacionales.
Esa irracional lógica de distribución de la riqueza se exacerbó con la institucionalización de las coimas y los sobreprecios en la contratación de obras públicas. Es decidor que los últimos cinco mandatarios electos (Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski) y el interino Martín Vizcarra, recientemente destituido, estén procesados por corrupción.
Esta situación precipitó las pugnas de poder entre el gobierno y el parlamento, entre los partidos tradicionales. Ellos apostaron por fichas más serviles para la impunidad y el enriquecimiento de los grupos de poder, ese fue el detonante de la crisis política que los peruanos, sobretodo la juventud, rechaza con multitudinarias movilizaciones.
De poco sirve a las élites corruptas buscar gobernabilidad mediante el nombramiento sucesiva, en el Congreso, de Manuel Merino y ahora de Francisco Sagasti como presidentes, pues en las calles la lucha de masas no se parcializa con ninguno de ellos, ni con sus antecesores, por ahora el pueblo exige la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
Una nueva Constitución, al igual que en el caso chileno, es fundamental para enterrar la vieja herencia de la dictadura, democratizar la sociedad, desmontar el aparato represivo, combatir a las inequidades, garantizar derechos y libertades públicas.
En Latinoamérica se perfilan cambios, concretarlos exige de la unidad del pueblo con los trabajadores para alcanzar verdaderas transformaciones que superen al neoliberalismo. El obstáculo a vencer en esa ruta es la demagogia del populismo, también ellos, en la década anterior, fueron protagonistas de la corrupción y la prepotencia.
Más temprano que tarde el pueblo vencerá.
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