La obra literaria de Eliecer Cardenas trascenderá

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Acaba de perder la literatura progresista y democrática ecuatoriana aquel dintel espiritual que sobre danzaba por encima de la multifacética realidad política y social ecuatoriana clasista recogiendo de ésta, en trascendentales aspectos, desde sus vuelos artístico literarios, logrando creativamente enclavarla en nuestra textura histórico material con el ojo sensible del creador artístico: Eliécer Cárdenas.

Eliecer Cardenas

Eliecer Cardenas: escritor democrático ecuatoriano

 

Rememorando y volviendo a asimilar el contenido y las extraordinarias  formas literarias que fueron construidas por el potente y realista vuelo lírico de este extraordinario escritor ecuatoriano, hoy físicamente exánime, como en el vuelo de esa novela que dio curso a su proficua labor literaria creativa artísticamente, “Polvo y Ceniza”, a través de la cual abrió nuevos linderos de creación literaria en forma de un vuelo de cóndor a la vez conciso; a través del que construyó innumerables secuelas históricas que golpearon metafóricamente nuestra intensa realidad política y social que demanda una amplia difusión de sus obras literarias para motivar a que nuevos escritores y escritoras en los ámbitos de la poesía, el cuento, la novela, etc., emulemos la profusa creatividad que nos deja este escritor extraordinario: Eliécer Cárdenas.

El arpegio de la materialidad corporal y la capacidad creativa cuando llegan los días en que la primera, sustento de la  espiritualidad del creador artístico literario, cumple su período vital de existencia para el cual la naturaleza y la herencia social y espiritual lo dotaron, se diluye y pierde en el infinito aunque nos quede la obra imborrable de aquellos buenos y buenas escritores artísticos, tan poco valoradas y mucho menos estimuladas, si sus obras afectan al sistema que se derrumba con sus mentiras catastróficas que  agravan la dura y terrible urdimbre social sobre la que los multimillonarios se dan una vida de boato disfrutando de aquellas, por cierto extrañamente acumuladas fortunas, realizadas en desmedro de las amplísimas mayorías trabajadoras, subempleadas y/o en el desempleo que provoca que vayan exacerbándose notorias expresiones delincuenciales que agravan las crisis carcelarias azuzadas por mafias a quienes no importa la vida de la mayoría de presos introducidos en esos ambientes precisamente por el desempleo que agrava la pobreza, la miseria social y espiritual, que, aprovechada cínicamente por quienes fraudulentamente arriban al poder a través del cual contribuyen con sus leyes y proyectos a enriquecer más a las castas oligárquicas elevando la cúspide de la pirámide sobre la que columbran esas enormes riquezas arrancadas de la vigorosa capacidad productora de “los de abajo”. como es el actualísimo caso de las “cajas de pandora” descubiertas por el periodismo de investigación internacional.

Eliecer nunca eludió tocar desde diversas aristas políticas y sociales aquellos aspectos; su espíritu supo extender su obra creadora por sobre la mediocridad y el ocultamiento que la sociedad del “marketing” hace de la verdad que envuelve la vida de los trabajadores, las juventudes populares, las grandes masas campesinas productoras de alimentos y materias primas para la industria propia, ecuatoriana, en desmedro de la burguesía agroexportadora de cacao, banano y petróleo.

Luego de dejar una obra inmensa, contundente, versátil: Eliecer Cárdenas, físicamente se nos ha ido materialmente, y ello, su repentina partida,  nos afecta profundamente aunque en contrapartida espiritual y con motivo de este doloroso acontecimiento nos haya hecho revivir sus obras y, el porqué, con que visión intelectual, sensible y racional las construyó durante los años en que se ganó el respeto y admiración de la intelectualidad progresista, democrática y revolucionaria ecuatoriana y especialmente de la gente de su siempre añorado terruño cañarejo que se fue añejando al afincarse Eliécer en la Cuenca que respetó y amó profundamente y en donde   convirtió su vida y actividad literaria proficuamente creativa en piel, sangre y vigorosa obra literaria; efectivamente, la vida entrañable de ese escritor formidable anidada también en “su Cuenca”, ciudad que lo acogió cariñosa, reverente y en forma entrañable y solidaria, debido, recalcamos, al multifacético brote de su obra literaria imborrable e inolvidable como “Polvo y Ceniza”, que leímos, absorbimos como draga en nuestros mozos años literarios, pues del condumio que lo incitó a escribir acerca de aquel bandolero popular, Naum Briones, emergió potente aquel personaje popular que se arraigó en la vida de los pobres del campo quien no fue otra cosa que la representación de una creación que vindicaba la turbulenta sensibilidad y conciencia cerebral de que los pobres merecen, tienen derecho y deben ganárselo peleando junto a los suyos, para echar abajo la miseria social que crean los potentados latifundistas y los empresarios y banqueros citadinos; de allí partió esa novela que está metida en el fondo de la sensibilidad y la conciencia de quienes sueñan y pelean por una sociedad donde los Naum Briones puedan vivir con dignidad, sin hambre, con un techo, salud, educación, porque los pobres tienen derecho a ello y por eso pelean; algo similar ocurrió cuando desenvuelve creativamente la reacción emocional de ese personaje que ha traspasado la historia pese a pertenecer a la jerarquía de la Iglesia Católica: El arzobispo Gonzales Suarez, quien, mientras arrastran a Eloy Alfaro hacia la “Hoguera Bárbara” de El Ejido es atravesada su sensibilidad y raciocinio acerca de la verdadera espiritualidad democrática, que, envuelta en la irracionalidad y los intereses de los grandes latifundistas a quienes el Alto Clero de dicha religión ha sostenido y sostiene durante siglos en nuestro país, estimuló soterradamente a realizar aquel criminal arrastre calificado por Vargas Vila como “la muerte del Cóndor”; y es la figura de Gonzáles Suarez, quien, en esa vigorosa novela escrita por Eliécer Cárdenas –“Que te Perdone el Viento”– en el fondo de su acongojado espíritu democrático repudia el asesinato del gran Alfaro; releer con el recuerdo imborrable de sus emotivas, hermosas y vigorosas páginas dicha novela con motivo de la sentida muerte del querido, sencillo, pero potente escritor artístico, Eliécer Cárdenas, nos lleva a recordar su inmenso revolotear por las letras que deben marchar a recuperar y desarrollar esos inmensos aleteos que convocaron y convocan a trabajar y luchar por un Ecuador digno y altivo que retorne sus riquezas materiales y espirituales a quienes las necesitan y merecen como lo motivo siempre en sus numerosas creaciones literarias nuestro indoblegable Eliécer fraternamente identificado con ese otro creador artístico y revolucionario de cepa, el poeta Rafael Larrea, razón por la que escribió, estimulado por aquel, pero con propia y ardiente, cerebral visión progresista y revolucionaria cargada de una convicción y conciencia irrefrenables, en las páginas de aquella inolvidable Revista artístico cultural revolucionaria: “Diablo Huma”*1: “…nos hallamos ante la alternativa de englobar estos gérmenes de literatura proletaria dentro de los que genéricamente, y no sin peligros ni escollos, podría denominarse literatura popular, y mas globalmente, cultura popular. Además, es lógico que el término literatura implica tantas y tan variadas posibilidades: novela, cuento, poesía, incluso épica. El teatro, pese a su raíz literaria, es cuestión aparte, y quizás se trata de una de las manifestaciones artísticas que actualmente posee las mayores y mejores posibilidades de ser popular en nuestro país, e incluso ser proletaria: su inmediatez, el carácter participatorio del teatro permiten su condición de vanguardia para una cultura de contenidos populares y proletarios.

Aquí un pequeño alto. Por supuesto que lo popular o lo proletario de una literatura no surge de pronto, así, del rapto voluntarista de una persona, un equipo, un taller, un sindicato, una universidad. Se trata de un proceso, aunque esto suene a lugar común. La cultura popular y la proletaria no nacen hoy, ni nacerán mañana por la simple razón de que ya existen, dispersas, subyugadas, oprimidas, desnaturalizadas y todo lo negativo que se quiera, pero existen. La historia es su partera, y más precisamente la lucha de clases. Lo que se trata hoy es de dilucidar es de dilucidar el sentido y el porvenir de nuestra literatura proletaria, de nuestra literatura popular, entendidas éstas como manifestaciones coherentes, operables, y no simples rasgos muchas veces ocultos como las mínimas partículas de oro en el recipiente de un lavador de nuestros ríos del sur. Huelga decir que también en aquel recipiente de lavadores brilla como oro el engañoso contrabando del metal simplemente dorado…no existe lo popular abstracto, como no existe lo proletario abstracto, lo reaccionario. Es así como debemos entender que una literatura popular, la literatura popular, mas bien, no poseen apriorísticamente ciertos presupuestos o ingredientes ideales que mágicamente van a trasvasarse a la práctica”.

Pincelazos ardientes y cerebrales provenientes de un ramal artístico-literario creativo que siempre motivó a Eliécer Cárdenas para impulsar la creadora obra artístico literaria que nos deja y que él motivó, incitó creadoramente, promovió con pasión y fuerza incontenibles, sembrando, Eliécer Cárdenas,  con esa labor creativa que nos deja, un poderío espiritual literario que debemos, con sensibilidad y reciedumbre conscientes, repotenciar en los momentos actuales en que una desbordante, creciente marejada popular anuncia que frente a estos tres últimos gobiernos idénticos esencialmente debido a los mismos intereses a los que han servido y sirven, a los de las tradicionales oligarquías financieras criollas, que, aunque diferentes en las formas de gobernar, arremeten con sus mismos dientes afilados los cuales debemos remellar con una potente y creativa literatura popular que refleje la lucha de los trabajadores contra la dominación oligárquica e imperialista.

  • “Diablo Huma”– Número 2 de la Revista artístico-popular publicada bajo la dirección de la UNAP liderada por “el poeta” Rafael Larrea Insuasti en 1990.
Antonio Guerrero

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