La memoria viva

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Fue un miércoles de ceniza, había pasado el medio día…

Por circunstancias de la vida me encontraba cerca del coloso de la Vargas, estaba visitando la central obrera UGTE.

Me acompañaba Anita y yo le acompañaba a ella.

De pronto en la pantalla de la televisión nacional, apareció el anunció FLASH INFORMATIVO, ya eran pasadas las trece horas aproximadamente.

Todos quienes estuvimos ahí convulsionamos, las paredes de la casa se pusieron más frías que de costumbre.

Nos mirábamos cada uno, queríamos encontrar una razón, un por qué, una salida.

Ese flash que jamás abandonará mi memoria, avisaba sobre una trágica noticia.

Jaime, Pablo y Wellington habían sido cobardemente disparados a mansalva, cuando caminaban por la Piedrahíta, frente a la corte suprema de justicia de aquel entonces.

Fueron segundos de tiempo sobre el aviso informativo y ya mis pies y mis manos temblaban de indignación.

No creíamos, ni imaginábamos, de pronto había una idea remota que el flash estaba equivocado, que había un error, que no podía ser verdad.

Un miércoles de ceniza, a plena luz del día, frente a la corte y congreso; la osadía de los enemigos del pueblo, se había propuesto eliminar a Jaime y sus acompañantes.

Estuvimos a cinco cuadras del atentado miserable, estuvimos a pocos pasos de encontrarle a Jaime acostado en la vereda…

Corrimos absortos desde la central obrera a la Piedrahíta, mientras el cielo de Quito comenzó como mal presagio a nublarse con la piel de Jaime.

Oscureció el cielo y comenzó a llover lágrimas de ira y coraje.

Nosotros llegamos en poquísimos minutos al lugar del crimen; ya la gente había ayudado a trasladar a Jaime al Hospital Espejo que queda cerca, su estado de salud estaba complicado, el ocaso se venía.

Inmediatamente Pablo y Wellington también fueron trasladados, pero sus latidos estaban contados.

Asesinaron a Jaime Hurtado González!!!
Mataron al diputado del MPD!!!
Eliminaron a Pablo y Wellington también!!!

Tarde de ceniza, tarde gris, tarde de luto que el Ecuador no lo podía creer.

Nunca, hasta ahora, había visto cómo el país se indignó tanto en cuestión de minutos.

La noticia viajó hacia todos los rincones de la patria; el flash informativo había sido confirmado con mis ojos.

Las lágrimas brotaron como lluvia invernal, todos caímos en llanto colectivo; propios y extraños nos juntamos para sobrellevar ese momento.

Nada pudo tranquilizarnos, solo entendíamos que los usureros del trabajo digno, en contubernio con el Estado y gobierno demócrata cristiano se habían puesto de acuerdo en acabar con la vida de Jaime del pueblo.

Pero la muerte de Jaime, no aniquiló sus ideales, sus pensamientos, sus sueños; la partida de Jaime, no extinguió a la fuerza revolucionaria.

Ahora, aquí, desde este mismo sitio, donde las balas percutidas se atrevieron a manchar tu ébano más puro, te digo Jaime y Pablo, la lucha sigue, la patria nueva llegará.

 

En conmemoración a los 23 años de su partida.

Jorge Narváez Díaz
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