La fragua que envolvió la personalidad revolucionaria de Rafael Larrea

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El 22 de Abril de 1995, falleció Rafael Larrea Insuasti, dirigente político, teórico, propagandista y líder de una propuesta estética, artística y literaria, popular y de clase que remeció los cimientos del Tzansismo de los años 60s y eclosionó en una obra ligada al proceso multilateral de forja y desarrollo del movimiento libertario por la conquista del Poder y la construcción del socialismo.

Las circunstancias históricas forjan a los jefes. Éstas tuvieron, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, importantes rasgos democráticos, progresistas y revolucionarios.

La victoria sobre el fascismo hitleriano en las batallas de Stalingrado llevada a cabo con el heroísmo y sacrificios del pueblo soviético y del Ejército Rojo; la Conferencia de Malta que selló un acuerdo entre los Aliados en donde la URSS abrió espacios a la formación del campo socialista; el triunfo del pueblo chino sobre el imperialismo japonés que coronó con la asunción al Poder de aquellas fuerzas antiimperialistas; luego vendría la victoria de la revolución cubana hilvanada en Sierra Maestra y que le dio esperanza a los pueblos latinoamericanos.

Más adelante, en mayo del 68, se produjo en Paris el vigoroso alzamiento de la juventud estudiantil contra la dominación imperialista en Francia, envuelto en el acicate de las obras literarias de Sartre, Camus y otros escritores que denostaban contra la podredumbre capitalista.

Esta corriente en el mundo, se regó entre la intelectualidad progresista, antiimperialista y revolucionaria de todo el país y adquirió en Quito y en los círculos estudiantiles de la Universidad Central una acogida sin comparación.

Todos estos singulares acontecimientos se plasmaron en la conciencia de una intelectualidad iconoclasta ante el poder oligárquico e imperialista que cimentó una literatura artística irreverente con intelectuales honestos, progresistas y revolucionarios como Rafael Larrea, el poeta,[1] y Alfonso Murriagui.

Se denominaron los Tzánsicos en alusión metafórica a los reductores de cabezas de los shuares amazónicos. Revolotearon a través de diversas y creativas acciones artísticas y literarias, estrepitosas por su ingeniosidad e irreverencia, que motivaron la atención y el aplauso de los públicos juveniles universitarios y de los trabajadores.

Aquel movimiento artístico literario vivió el retorno electoral del último populismo del Gobierno del dedo esquelético[2], que se entregó a las oligarquías y al imperialismo estadounidense y desató la represión contra los trabajadores, las juventudes, los pueblos y las izquierdas.

En aquellos momentos trascendentales, el Frente Cultural en el que estaban inmersos los Tzánsicos, que tenía a la Universidad Central como bastión democrático y progresista, sufrió un remezón.

El ala revolucionaria de este movimiento repudió el crimen cometido en contra Milton Reyes y planteó enfrentar el golpe dictatorial de Velasco con una literatura y artes más virulenta y apoyar las movilizaciones populares en su contra, pero se enfrentaron a una franja de intelectuales de los Tzánsicos, que no estaban de acuerdo, dividiendo al movimiento en dos corrientes: la revolucionaria y la de los timoratos.

La corriente revolucionaria, liderada por Larrea y Murriagui, reinició con ímpetu la construcción de un nuevo movimiento artístico-literario de contenido popular, dando un salto cualitativo sobre aquel movimiento y elevándolo a un sitial que ahora, al recrearla sucintamente, miramos su creativo resplandor artístico de izquierda revolucionaria con admiración y respeto.

Se enriqueció con escritores y artistas como el poeta riobambeño afincado en Quito, Alfonso Chávez; el pintor Alberto Carcelén, el multifacético escritor y poeta Pablo Yépez y fue enriquecida con artistas como Hugo de la Torre y Armando Coronel que formaron el Grupo de Cantores Chumichasqui en Guayaquil; con el movimiento de artistas que giró en torno de Katia Ubidia en Esmeraldas, en Manabí y otras provincias.

Estructuraron colectivamente el Centro de Arte Nacional, territorialmente hablando, pues lo multicultural y plurinacional se observó nítidamente en la obra poética revolucionaria de Larrea, Campanas de Bronce.

El Centro de Arte Nacional tenía su afincamiento en los ambientes sociales populares de nuestro país, abordados musicalmente por el creativo Grupo Musical “Noviembre 15” capitaneado por Rafael Larrea, que produjo colectivamente las inolvidables canciones populares de corte brechtiano que enlazaron los ritmos de las idiosincrasias mestiza, indígenas y negra con contenidos cargados de chispazos literarios de clase[3].

Rafael Larrea fue desarrollando progresivamente una profunda visión teórica, sustentada en el socialismo científico, que se fue puliendo durante la intensa praxis revolucionaria y que le permitió transformar la sensibilidad y la conciencia en belleza popular desde una mirada marxista-leninista, desarrollando ese espíritu, esa cualidad generosa y volcánica del partido de izquierda revolucionaria al cual perteneció con afecto y profunda conciencia cada vez más pulida, creativa y vigorosa que le ha brindado al Ecuador una clara visión y práctica revolucionaria política y teórica de clase.

Asumió con ímpetu su papel de propagandista del eje central de la izquierda revolucionaria: el semanario En Marcha, que dirigió durante veinte años.

Esta fusión entre la visión y praxis de organizador y líder de la propaganda el “Rafico” la extendió a la cultura artística con similares lineamientos, que, aplicados a la realidad ecuatoriana, han sido y son acicates para el desarrollo multilateral de la izquierda revolucionaria, ampliando el fragor revolucionario entre los trabajadores, la juventud, el magisterio, a través de estos medios.

Aportó a la inicial construcción de una estética popular, afirmándose en el socialismo científico y confrontando teórica y políticamente la farsa del postmodernismo que afloró luego de la denominada “Caída del Socialismo Real”. Labor que se rubricó en importantes obras que deben ser leídas, estudiadas y debatida en los centros políticos y en los ambientes musicales, artísticos y literarios.

Rafael Larrea fue un internacionalista proletario consecuente, sensible, provisto de una alta conciencia política y teórica que deberemos abordar en un ensayo multilateral más íntegro y completo.

Honor y gloria al legado dejado para la teoría, la política, la organización y las artes y literaturas populares por Rafael Larrea Insuasti: El Poeta con mayúsculas.

[1] Extraído del Semanario En Marcha: El poeta, como cariñosamente lo llamaban, fustigó siempre a aquellos que pretendían artificiosamente separar las formas de la esencia, por ello, lucha y canto, poesía y propuesta, teórica y práctica, arte y política, son en Rafael Larrea un todo.

 

[2] Metáfora política-literaria de Rafael Larrea en alusión al manejo del dedo de Velasco Ibarra durante sus demagógicas y fustigantes oratorias populistas de balcón contra las oligarquías.

[3]Pasillo dedicado al Guayaquil de los pobres: /Puerto cuna de mi aliento/ rinconcito de alhelí/…pueblo de caña y pambil/ Soy tu hijo que reclama, en tus calles, Guayaquil/; o el Capishca de la libertad: /Que baile la Inés, que bailé el Ramón/ que todo ya se encendió/ Que tomen no más la chicha el cedrón/ para este pueblo peleador/; o el sanjuanito creado por Agustín Ramón: Los Comuneros: /Vamos comuneros que en San Juan hay que zapatear/ Con los compadritos que el gamonal no nos va a asustar/ O en el ritmo negrista de la canción que recupera el espíritu alzado de la negritud ecuatoriana: La Negra Clara Inés /Que coraje que se trae/ Mi morena Clara Inés/ con el puño levantao/ Reclamando to´ a la vez/

Antonio Guerrero

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