La discapacidad ética y moral

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Desde hace algunos días, el país viene conmocionándose e indignándose al conocer sobre el mal uso de los carnets de discapacidad, que algunas personas de amplio poder económico y político le han dado al mismo, sobre todo, en lo referente a la compra de vehículos de alta gama, los cuales, por este carnet, eran adquiridos a muy bajo precio. La indignación referida se ha generado por la corrupción aparente que los actos denotan, ya que a quienes hemos necesitado la acreditación como personas con discapacidad, nos la han negado, y hemos debido insistir varias veces, hasta que al final, algunos la hemos conseguido. No obstante, a los corruptos, de quienes nos estamos refiriendo, como puede verse, les bastó con sólo alzar la bocina del teléfono, o desembolsar unos cuantos dólares, para obtener lo buscado.

Debo contar mi experiencia para que la gente me entienda. En 2012 sufrí un asalto, el cual me dejó con gravísimas lesiones en la cabeza, por lo que debieron operarme, y me dejaron con epilepsia, dada la intervención que hizo la galeno en mi cerebro. Por el daño sufrido, y por la vulnerabilidad con la que quedé entonces, mi familia, a quien agradezco su apoyo incondicional, luchó porque se me reconociera mi discapacidad. Para ello, mi madre acudió al Ministerio de Salud Pública, en donde ni siquiera osaron en darle la atención debida, pues, sin revisarme, ni conocer del caso, le dijeron que no debía insistir. Incrédulo de ello, pedí irme yo mismo al lugar, pero no me recibieron; no obstante, por ayuda de un muy buen amigo, llegué a Salcedo, para intentar que allí se me otorgara lo buscado. Lo que escuché entonces fue algo irónico e ilógico, que el funcionario me dijo en mi propia cara. Primero, adujo que debía traer un certificado médico de mi situación, pero que a simple vista, no daba para discapacidad, ya que, aunque tengo convulsiones, estas no se notan, porque no son ataques convulsivos, es decir, no me caigo al piso, ni nada, sino que siento dolor de cabeza, mareo. Por lo que tengo la oportunidad de ingerir una medicina para contrarrestarlo. Dijo que para que quizá alcance a ser considerada discapacidad, debía indicar que tenía 3 o 4 ataques epilépticos diarios, sin que puedan ser solucionados. Le hablé sobre mi vista, que se vio deteriorada por la operación, pero me dijo que literalmente y a modo de burla: que si no poseo un ojo, pero que veo con el otro, entonces no tengo discapacidad; que si no tengo un brazo, pero si poseo una prótesis, lo mismo. Me indigné tanto, pero no pude hacer algo para solucionarlo, así que seguí insistiendo, hasta que una doctora, de apellido Molina, del Ministerio de Salud de Latacunga, accedió a revisar mi caso, y me solicitó realizarme un examen en los ojos, porque le preocupaba mi deterioro visual. Fue allí cuando me detectaron una enfermedad genética (no hereditaria) y terminal, llamada Miopía Degenerativa, que tiene como fase final, el desprendimiento de la retina y la consecuente ceguera total. Por la gravedad de mi dolencia y por ser incurable, al fin obtuve el dichoso carnet, aunque, el último escollo que debí superar fue un análisis socio-económico, en el cual debía justificar que requería el carnet, es decir, era menester contar con ingresos bajos o moderados. Superé ese análisis, pero dicho sea de paso, me sorprende y dudo que “lo hayan pasado”, los señores asambleístas y los otros, quienes ostentan millones de dólares de patrimonio.

Cabe mencionar que la expectativa que tuve, por todo lo que escuchaba en los medios y en la web, sobre los beneficios para las personas con discapacidad, se desvaneció con el paso del tiempo, porque los mismos no son verdaderos. En las

entidades públicas, cuando he debido acudir a realizar cualquier trámite, no hay la atención preferencial. Los señores de seguridad y secretarias, no nos atienden. He debido acudir a los gerentes o jefes de la institución para que me otorguen ese beneficio. En los empleos es peor. Nos piden título de tercer o cuarto nivel, además, experiencia. Se sabe que al Sistema Educativo, no todas las personas con discapacidad se atreven a ingresar, por temor al discrimen, y no se nos da oportunidad de ingresar a laborar, entonces, ¿cómo pueden cumplir esos requisitos? El sistema de admisión para las universidades es discriminatorio. Para las personas con discapacidad no hay preferencias de algún tipo, salvo que le dan el doble de tiempo para solucionar la prueba, lo cual no es suficiente. En los empleos que he conseguido, por mi parte, no he tenido preferencias, y es más, los empleadores se han beneficiado, al cumplir con nosotros el requisito del 4 % de personas con discapacidad en sus empresas, sin que se vea algo beneficioso para mí. Sólo en el bus y uno que otro lugar sí respetan a las personas con discapacidad, aunque en algunos sitios, como lo dije, he debido imponer mi derecho.

Hay otra cuestión, yo soy artista y gestor cultural. Pertenezco a la Casa de la Cultura, como miembro correspondiente; formo parte del RUAC y estoy inscrito en un Registro de personas con discapacidad que hacemos arte y cultura, pero en esta pandemia, de ninguna entidad de aquellas recibí apoyo. Fui contratado para laborar en el Proyecto “Arte Para Todos”, pero el mismo se suprimió por la emergencia. Se me ofreció, por parte de las autoridades culturales, el bono de 60 dólares y un kit de alimentos, pero ninguno de esos ofrecimientos se cristalizó. Lo que me da más indignación, es que me llegaron una serie de encuestas a mi correo, en donde se iba a levantar datos para ayudarnos a reactivarnos como gestores culturales, pero hasta ahora no he visto nada de aquello. Hubo personas que sí me apoyaron, pero eso fue gracias a que he cultivado amistades verdaderas, que sí han sabido corresponder a mi cariño y lealtad.

Creo que estos problemas, que los he ventilado, deberían tomárselos para mejorar lo que se deba mejorar. Las personas con discapacidad requerimos un servicio más adecuado, que dé una solución real a nuestras necesidades. Ya estamos hartos de promesas sin cumplir, que por sus resquicios, mejor dan oportunidad para que personas con discapacidad ética y moral abusen del poder que ostentan y obtengan beneficios, a vista y paciencia de otras autoridades, quienes con su silencio, se vuelven cómplices de los delitos manifestados

Carlos Patricio Herrera
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