Gobierno al garete

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La situación por la que atraviesa el gobierno de Guillermo Lasso no puede ser peor, o quizás sí en las próximas semanas. A duras penas se mantiene a flote, está resquebrajado por todo lado. Los resultados de la consulta popular le estallaron como bombazo, pero no es la única causa que le tiene al garete, le estrangula también las denuncias de corrupción en los más altos niveles.

El plan de Lasso de utilizar la consulta popular como salvavidas se fue a pique. El triunfo del NO reafirma un fenómeno que ya se conocía: el pueblo no confía en la palabra del Presidente, tanto es así que, además, los candidatos del gobierno sacaron los peores resultados en las elecciones del pasado 5 de febrero. Apaleado por el pronunciamiento popular, se le ocurrió pensar que era un buen momento para sacar el ardid del llamado al diálogo, que le resultó otro tiro a los pies. Debió mandar a cerrar el Salón de Banquetes de la Presidencia, en donde tenía previsto hacer la reunión, porque nadie aceptó la invitación. En las circunstancias en las que vive el país, la única posibilidad de que fuerzas políticas se sienten con él a discutir el destino del país sería si Lasso pone por delante su renuncia. No es exageración, conociendo que entre los bloques parlamentarios analizan y hacen cálculos si alcanzan los votos para destituirlo con un juicio político.

Los cambios ministeriales y la salida de personajes de su círculo más cercano no oxigenarán a un gobierno aislado políticamente. Algunos analistas señalan que esos cambios llegaron tarde, pero el asunto no se define por los operadores políticos que rodean al Presidente, sino por la política en sí que guía la acción gubernamental. El pueblo sobrepasó la maniobra de la consulta popular y votó NO para expresar su oposición al gobierno, para demostrar su rechazo a la política neoliberal.

¿Cuál es el capital político del gobierno? Se circunscribe al apoyo que le otorgan los banqueros y grandes empresarios beneficiarios de su política; está en Washington, en la Casa Blanca y en el Fondo Monetario Internacional. Pero inclusive en los círculos financieros internacionales conocen sus flaquezas, al punto que los bancos de inversión JP Morgan y Morgan Stanley, apenas conocidos los resultados del 5 de febrero, advirtieron el riesgo de que Lasso no termine el período para el que fue elegido.

El «capital ético» con el que Lasso intentó jugar se le acabó. La corrupción se ha enseñoreado en los pasillos de Carondelet como ocurrió durante el correísmo. El presidente tiene responsabilidad política directa en el caso conocido como El Gran Padrino o Encuentro, porque él invistió de facultades extraordinarias a Hernán Luque para que maneje todas las empresas públicas; son sus colaboradores más cercanos los que están involucrados en escandalosos actos de corrupción. No son casos aislados, el gobierno está enlodado por este mal.

En el pasado, en momentos en los que la crisis política obligó cambios en los altos niveles, estos se produjeron por acuerdos políticos también en las cúpulas políticas. La salida a la crisis política actual no puede repetir esa historia, el movimiento popular, los trabajadores, los campesinos, el movimiento indígena deben jugar un papel protagónico fundamental para no permitir que este escenario sea aprovechado para recambios entre las facciones burguesas. La propuesta que desde el movimiento popular se levanta, y se resume en la consigna ¡Que se vayan todos!, tiene una connotación que va más allá de lo circunstancial. El pueblo está cansado que sean los mismos los que gobiernen, así sea con discursos y planteamiento aparentemente distintos. Que se vayan todos, los que fueron antes y los que son ahora gobierno. No es difícil soñar en un auténtico gobierno del pueblo.

Guido Proaño Andrade
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