Del instinto de los zorzales

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Del instinto de los zorzales, los sentimientos de los cerdos hasta la invasión a nuestra privacidad.

 

La seguridad de las personas en sociedades cada vez más inseguras es la justificación ideal para aplicar tecnologías invasivas.

 

El zorzalito rojo es un hermoso pajarito que habita en los bosques de Delaware, cerca de la capital de los Estados Unidos, dicen que es muy escurridizo, por eso, poco se conoce de su comportamiento.  El científico Chistopher Heckscher está interesado en conocerlo más.  Inició su investigación tratando de resolver la pregunta ¿a dónde vuelan los zorzalitos rojos en el invierno?, todos le decían que al sur, pero nadie sabía a qué parte del sur, ¿quizá a Misisipi?  Pero no, increíblemente su investigación encontró que viaja tan al sur como al sur de Brasil.  El zorzalito pesa apenas 58  gramos, es muy pequeñito y capaz de volar miles de kilómetros.  No solo eso, regresa, y vuelve a anidar y cantar en el mismo árbol,  lo cual ha dejado maravillado a  Heckscher.

 

La tecnología para incrementar el conocimiento

Para obtener ese conocimiento atrapó a varias de estas aves y les añadió una carga adicional de un par de gramos, un emisor de señales de GPS (Global Positioning System).  Así conoce con exactitud  la ubicación de ellas en cada momento.

Profundizando en el conocimiento de esta ave, Heckscher descubre algo que aportará mucho en la predicción de la temporada de tormentas en el golfo de México.  Resulta que abandonan sus nidos en diferentes meses, no cumplen un calendario, como lo hacen otras aves, y esto puede ser perjudicial para el desarrollo de sus crías, si lo hacen debe ser por algo muy importante.

Después de desechar varias hipótesis el científico queda maravillado cuando relaciona la época en que los zorzalitos abandonan sus nidos y la intensidad de las tormentas y huracanes en el golfo de México.  Encuentra que, por alguna razón, que nadie conoce todavía, los zorzalitos saben antes que nadie, incluyendo a las supercomputadoras que pronostican el clima, la intensidad de la temporada de tormentas, con meses de anticipación.  En el 2018 los meteorólogos pronosticaron una temporada normal, pero los zorzalitos iniciaron su viaje antes, anticipando huracanes.  Heckscher contradijo a los meteorólogos y ganó, ese año por lo menos dos huracanes grado 4 y 5 -muy fuertes- azotaron el golfo de México, de seis que ocurrieron, fue un año muy activo.

Los GPS tienen múltiples usos, como el descrito existen muchísimos otros ejemplos relacionados a las especies marinas con el objetivo de conocerlas y salvarlas de su extinción, o encontrar cardúmenes para pescarlas.  Mas cercano a las personas son los GPS instalados en automóviles y así reducir sus robos.  Sin embargo, son cada vez más las personas que sienten cómo una afectación a su intimidad que la información de su ubicación, disponible a través de sus celulares y otros instrumentos, sea de conocimiento y uso de personas, empresas o gobiernos y en buena parte de los casos, sin consentimiento alguno.  Alguien diría que nos tratan como al zorzalito, obligándonos a aceptar las condiciones del captor.

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El sentimiento animal importa

En Escocia, en un criadero de cerdos, Emma Baxter dirige un proyecto que pretende utilizar la tecnología para lograr que la producción porcina mejore en calidad y cantidad.

Si usted estuviera frente a unos cincuenta cerdos ¿sería capaz de diferenciarlos unos de otros con solo mirar sus caras?  Yo, no.  Pero un sistema de reconocimiento porcino, que utiliza Baxter, es capaz de hacerlo con el 97% de efectividad, ¡solo falla en tres de cien intentos!  Y sigue progresando.

De esa manera intentan personalizar la atención al animal. Y quieren llegar más lejos.

Según Baxter, existen estudios en los que se pudo demostrar que los animales de carne son más productivos, es decir, la tasa de conversión del alimento que consumen en aumento de peso corporal es mayor, cuando tienen una vida saludable y “feliz”.  Por tanto, se trata de reconocer al cerdito y su estado de ánimo.  Como lo dice Latif Nasser que conduce la serie “connected”: “no solo quieren reconocer sus rostros, quieren leer sus rostros”.  Y en eso están ahora, tratando de brindar felicidad a la vida de cerdos, vacas, ovejas, pollos para que produzcan más carne y de mejor calidad, pues, dicen ellos, otros estudios señalan que “altos estándares de bienestar producen carnes de mejor sabor”.  Obviamente también más ganancias.  Toda la labor reducida a dar mejor vida al animal para que produzca más ganancia, la razón de ser del capitalismo.  La mercantilización de los mejores sentimientos humanos.

Lo que puede parecer curioso es que el “sistema de reconocimiento porcino” es el mismo sistema que se utiliza para el reconocimiento humano, que es con quienes primero se utilizó.  El concepto es el mismo: aplicar la inteligencia artificial (IA) al reconocimiento de rostros, antes humanos ahora animales.

 

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Conjunción de varias tecnologías

Hace casi sesenta años los organismos de seguridad y espionaje de los Estados Unidos iniciaron los intentos por el reconocimiento de rostros, considerando que es más eficaz que la huella digital.  Los primeros intentos no fueron muy auspiciosos, aunque el concepto del cómo hacerlo sí, al punto que sigue siendo información clasificada en la CIA.  Pero todo cambió cuando se unieron dos hechos.

El primero, el desarrollo de la IA, que no es más que la elaboración de algoritmos que no siguen ciertos “caminos”, sino que descubren caminos. También ha sido un largo recorrido el de la IA, pero en este siglo ya ha dado importantísimos resultados.  Uno de ellos es el reconocimiento de rostros para lo cual la estadística y “big data” son fundamentales al hacer una compleja relación que da como resultado que los rostros que “mira” este sistema puedan ser relacionados con una persona en concreto y hacer “match”.

El segundo hecho es la generalización en el planeta del uso de las redes sociales.  Facebook, por citar a la más difundida, es utilizado por 2.4 mil millones de personas al mes, 3.8 mil millones de personas utilizan alguna red social y publican sus fotografías, sus “selfies”, sus actividades, sus modos de vida, además de sus relaciones con otras personas.

El caso es que la IA pretende reaccionar como lo haría una persona. Para “saber” cómo, entonces hace falta que se entere de las reacciones humanas, así, para el caso que nos ocupa, “mirando” la mayor cantidad de rostros posible podrá, primero, identificar el rostro de una persona, luego, su género, edad aproximada y mucho más.  Esos rostros fueron proporcionados por las redes sociales,  pero sus usuarios no fueron ni siquiera informados de ello, mucho menos dieron su autorización en un acto reñido con la ética, pero sustentado legalmente en el acuerdo de uso de la red social que el usuario acepta al crear su cuenta.

El sistema de reconocimiento funciona mejor mientras más rostros analice. Los primeros sistemas analizaron menos de mil personas, mientras que las más recientes bases de datos están conformadas por unos 50 millones de imágenes de 14.4 millones de personas, según el estudio realizado por Deborah Raji y  Genevieve Fried en el que analizaron las bases de datos sobre reconocimiento facial hasta el 2019, lo que les permitió concluir que el manejo de esta información es un reto ético, aunque según Karen Hao, que escribe para el MIT Technology Rewiew, es una pelea que ya la hemos perdido.

En el 2014 Facebook utilizó la información de sus usuarios para desarrollar su propio sistema de reconocimiento llamado “DeepFace”, increíblemente, y sin saberlo, los usuarios contribuyeron a perfeccionarlo cada vez que etiquetaban a una persona en una fotografía.

El potencial de vigilancia y control de la tecnología de GPS con la de reconocimiento facial e información personal que descansa en la nube o redes sociales es inmenso.  Las cámaras instaladas en miles de sitios de las ciudades de todo el mundo conectadas a los sistemas de reconocimiento y GPS hacen que el seguimiento a casi cualquier persona sea fácil, se perfeccione y, más todavía, porque con la información de las redes sociales se añade la posibilidad de analizar las relaciones que las personas objetivo tienen con otras personas, su entorno.  Por ello es que los expertos en espionaje dicen que la actual es la época de oro de la vigilancia.

 

Discreta vigilancia

Además muy redituable. Jeff Bezos, el hombre con más dinero del planeta, vende en Amazon a Alexa, un poco más grande que un vaso, es un aparato, conectado por wifi al internet, que ayuda a los residentes de un hogar.  Ellos preguntan, Alexa responde.  Muy útil.  A través de su cámara identifica a las personas y su trato es personal, entonces les hace acuerdo de sus citas, sus tareas escolares, de tomar sus medicinas, de hacer las compras en Amazon, etc.  En Estados Unidos ha contribuido a evitar muchos robos y a identificar a miles de ladrones.  Al punto que en ciertos condados los oficiales de policía se convirtieron en promotores de Alexa y recomendaban adquirirla.  Sin duda les llegaba alguna comisión.

Bezos, con sus empresas,  tiene millones de rostros en sus bases de datos que le han servido para desarrollar su propio sistema de reconocimiento de rostros que ofrece a los departamentos de policía de Estados Unidos y ahora de todo el mundo, compitiendo contra China y otras empresas tecnológicas.

En Quito, con el 911, la reciente instalación de cámaras de alta definición no tiene utilidad sino es integrada a un sistema como estos.  No se ha dado a conocer con qué empresa es el contrato.  Los rostros de millones de ecuatorianos ya están en investigación en el sistema de la empresas contratada, porque ésta no entrega sus bases de datos, al contrario, las incrementan con las fotos de los ciudadanos que los países entregan.  Otra vez, sin consentimiento.

 

Averiguar nuestras intenciones

Pero esto no se queda allí.  Una vez reconocida la persona, ahora se trata de averiguar sus emociones, su estado de ánimo.

En el caso de los cerdos, que vimos antes, es para darles una mejor vida antes de sacrificarlos, en el caso de las personas es para, en criterio de los organismos de vigilancia norteamericanos que financian parte de estos desarrollos, para encontrar las intenciones ocultas de las personas.  Imaginemos, una persona en la frontera México-Estados Unidos a la que el agente de aduana pregunta ¿Tiene algo que declarar? Y contesta no.  En ese momento el sistema de reconocimiento de emociones emite una alerta: está mintiendo.  En realidad sí tiene algo que declarar, pero lo quiere ocultar.  Revisan su vehículo y encuentran algo prohibido.

Así, según los gobiernos, mantienen seguros sus países y ciudades, pretenden adelantarse a los hechos y evitar que se produzca el crimen, lo cual suena bien, pero tiene aplicaciones prácticas cuestionables.

Esto me recuerda lo sucedido con “los 10 de Luluncoto” que fueron acusados y juzgados por supuestas intenciones en contra del gobierno del expresidente Rafael Correa.  Fueron acusados por lo que supuestamente estaba en sus mentes, cuando, en realidad, no habían cometido ningún delito, a menos que reunirse a conversar y tener afiches del “Che” sea considerado ilegal.

Un grave problema que tienen quienes desarrollan estas aplicaciones y que se puede convertir en inmanejable si se hace público y de dominio general es la etiquetación de las emociones.  Las más fáciles y aceptables serán aquellas identificadas con la alegría, tristeza, asombro, …  Pero no olvidemos que los gobiernos quieren identificar a autores y anticipar actos delictivos, por tanto esas etiquetas serán algo así como: posible mentiroso, posible traficante, posible ladrón.  O más directamente: agresivo, confrontador, inconforme, acosador, …  Referido a las empresas en relación con sus empleados este sistema podría identificar ciertos comportamientos o intenciones como la de no cumplir una tarea, mentir respecto de su salud, actitud frente al trabajo o a determinado jefe. Lo que daría elementos de juicio a los jefes para decidir sobre si conservar al trabajador o no.

Todas estas intenciones hasta ahora reducidas al íntimo espacio de lo estrictamente privado. Que, luego se expresan en hechos concretos, sí, pero eso es otra cosa.

A nadie le agradará enterarse que una máquina lo ha reconocido como un acosador, sin serlo, o que no tiene interés en realizar una tarea en su lugar de trabajo, lo que condujo a que su jefe lo despida.  Claro que esa información será pública solo si se produce una fuga, caso contrario se mantendrá secreta.

Según Nasser, las cámaras instaladas en todo el mundo en lugares públicos están en esa misión: aprender a leer nuestros rostros.

Lo anterior unido a la evidente facilidad que tienen las redes sociales para descubrir los círculos de familiares, amigos, conocidos configura una capacidad de vigilancia y control nunca antes siquiera sospechada.

La mayoría de lo descrito aquí no es de conocimiento general y aun así lo poco que se conoce genera cuestionamientos éticos que van desde la autorización para utilizar fotos personales, hasta el consentimiento para ser objeto de seguimiento.  Una evidente afectación a los derechos justificado con la posibilidad de vivir con seguridad.  Mientras, dicen, quien se adapta y vive según las normas no tiene problema alguno.  Así, aíslan al descontento y lo estigmatizan.

 

¿Lo hacen por nuestro bien?

Ese es el ideal en las mentes de los gobernantes, sobretodo contra el terrorismo, pero afecta al conjunto de la sociedad ya que sus integrantes no solo debemos aceptar que nos reconozca una cámara sino, además, que nuestros sentimientos sean analizados, descifrado nuestro “lenguaje corporal” y que para ninguna de esas actividades hayamos dado nuestro consentimiento.

Pero no solo es cuestión de consentimiento, lo descrito permite a otros, a las empresas tecnológicas, tener información personal crítica, como secretos, vulnerabilidades, deseos íntimos, cosas que no revelaríamos a nadie por ser muy personal, aparte que el análisis de lo que ellos ya conocen de cada uno de nosotros, les da más información que nosotros mismos desconocemos de nosotros.

Todo se justifica por la seguridad y, de paso, con grandes posibilidades comerciales que devienen del análisis de, por ejemplo, la vestimenta descubriendo si es de marca o no y las consecuencias positivas que esto tiene para el marketing.

 

Sin protección legal

Desde el lado de los derechos confluyen varios factores que no ayudan a su efectiva defensa.

Por un lado la gente, en su mayoría, desconoce los derechos que le asiste y, consecuentemente, no los defiende, y, peor, no se siente afectada.  Enterarse que alguien fuera de su esfera íntima está manejando su información personal normalmente le molesta, pero no hace que cambie su posición al respecto. La vida sigue.

Otro aspecto muy relevante es que las tecnologías y las empresas que las utilizan están muy adelantadas en comparación de la legislación.  Mientras los expertos en temas legales están debatiendo sobre la diferencia entre privacidad e intimidad y otros temas, los gigantes tecnológicos aprovechan la enorme brecha legal para seguir con sus actividades.  En el mundo no existe legislación que habilite o niegue o regule la acumulación de información sobre las personas y su uso de la forma en que empresas como Facebook o AWS o Microsoft o Google lo están haciendo.

Un tercer aspecto relevante es la actitud de la gente respecto de esta situación.  Al parecer existe un juego al interior de la mente del individuo en el que sopesan las ventajas y desventajas de perder su privacidad, no dar consentimiento versus los beneficios que podría recibir como conseguir pareja, que fácilmente le aparezca la información que estaba buscando.  Es evidente en el caso de los sitios web de citas que buena parte de las personas que están inscritas saben que “confiesan” mucha información personal e íntima y que las empresas que conducen estos sitios la utilizan.  Aun así continúan suscritos.

Otro factor en la lista es la capacidad de “lobby” de estas transnacionales que, además, con grandes equipos de abogados hacen las maniobras que haya que hacer para que las reformas legales que se han intentado en varios países, especialmente de la Unión Europea, afecten lo menos posible, o, mejor, contribuyan, a los objetivos empresariales.  Por ejemplo, en el 2015 la UE encontró que el intercambio de “información personal” de los usuarios entre empresas es legal.

 

Aceptarlo o cambiarlo

Para lograr aceptación social a la aplicación de estas tecnologías en los humanos se utiliza los beneficios colaterales que estas traen, como los casos del zorzalito o los cerdos, que se unen a eventuales hechos terroristas que, magnificados, generan adhesión social a estas decisiones inconsultas.

Por el lado de las empresas la invasión y manejo de la información personal tiene el interés de obtener más ganancias, lo cual, en la lógica capitalista, genera cada vez más concentración de la riqueza en pocas manos y contribuye a perennizar una inequidad que es un insulto a la humanidad, cuando se conoce que un puñado de un par de miles de personas tiene mucho más dinero que miles de millones que incluso se debaten en el hambre y la enfermedad.

Buena parte de las amenazas de seguridad que deben enfrentar gobiernos, empresas y personas devienen de la estructura de una sociedad injusta, inequitativa donde pocos países, empresas o personas tienen prácticamente todo, mientras una abrumadora mayoría de países, empresas o personas tienen poco y tienden a, cada vez, tener menos, con la siempre renovada esperanza de ser aquel elegido por algún poder que lo impulse a salir de esa vorágine, pasando al grupo de los que tienen todo.

Es preferible construir una sociedad justa, equitativa que, como consecuencia, disminuyan las amenazas de seguridad de este tipo y, por tanto, las afectaciones a la privacidad, democracia y otros derechos desaparezcan, porque no son necesarias.

 

Henry Izurieta
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