Sin dudas el fenómeno global que nos ha tocado, en diferentes gradualidades, es el COVID-19. En muchos casos se han perdido las vidas de seres queridos, amigos, familiares, y en otros casos, ha sido el motor mediático, discusiones y posturas reflexivas, por lo que estamos viviendo en estos momentos. Seguro que muchos puntos se han resuelto, y quedan muchos por resolver, porque el fenómeno no termina, ni acabará en poco tiempo. Sus efectos, como cualquier caso análogo, que ha paralizado la economía global por tantos días, durarán casi como el dolor de la pérdida de las vidas queridas.
En esta ocasión me permito compartir 10 puntos reflexivos que guardan relación con este delicado problema. Dando por sentado que hay muchos otros que quedarán pendientes, no obstante, estos han sido los más comunes.
- La necesidad de construir un Estado para el buen vivir: La necesidad de construir el Estado, pensado no solo desde la Constitución de Montecristi, sino desde las propias conceptualizaciones europeas de “Estado de bienestar” y “Estado social de derecho y justicia”, es una deuda que nos ha cobrado con creces como sociedad, pero, sobre todo, a la clase política que tenemos. La falta de seguridad, educación, salud, alimentación, así como la propia ausencia de la igualdad de condiciones y oportunidades para alcanzar el buen vivir. Forman parte de las falencias que son evidentes en los momentos de crisis.
Alcanzar el buen vivir, es un derecho que es exigible para los Estados, pues su razón de ser es éste. La falta de regulación y comprensión del rol del Estado nos lleva a pensar que alcanzar el buen vivir se da en la lucha de la competencia, y que será el mercado el que deberá responder por nuestro trabajo propio. Lo cual, si bien es cierto en cierta medida, termina siendo como una carrera de 100 metros planos, con la diferencia que algunos arrancan desde el hito 0, otros en 20 y muy pocos en los 80 metros ¿Cómo podemos hablar de una competencia en estas condiciones? Cuando existen emprendedores que con el dinero de sus padres o familiares conciben una idea tras perder 4 emprendimientos, sin riesgo y con sus necesidades básicas satisfechas, mientras por el otro lado, existen “emprendedores” que se juegan la vida comercializando agua o frutas en la intemperie de la calle.
El buen vivir se alcanza con el trabajo propio y el heredado, pero el Estado lo debe garantizar para alcanzar una igualdad de condiciones y oportunidades, garantizando una salud y educación de calidad, y demás derechos sociales, que permitan enfrentar una crisis de salud, económica y de la vida de manera idónea y racional dependiendo de sus circunstancias.
- El “papá Estado” odio y amor: Muchos se refieren a ese nefasto paternalismo del Estado, ese mismo que da subsidios e incentivos a ellos mismos. El Estado que desperdicia fondos públicos en intentar aplacar su fracaso institucional y de sus deberes con bonos, evitando el trabajo propio y el desarrollo de capacidades y competencias personales. Sin embargo, en las crisis vuelve a surgir ese romanticismo hacía ese Estado. Como un niño malcriado que reniega de sus padres cuando no se concede el capricho, pero cuando siente soledad o miedo se retracta y vuelve al cálido abrazo familiar. El Estado termina siendo objeto de odio y amor constante.
Si ese Estado que tiene como fin proteger a sus ciudadanos, bajo una conceptualización proveniente de la revolución francesa, se encuentra débil, sin una institucionalización apropiada para poder garantizar estos derechos ¿Cómo va a poder garantizarlo? Esto seguramente será la preocupación de los que han luchado por su limitación o reducción, porque cuando las crisis se endurecen, no habrá capital o rincón que pueda enfrentarla, solo la cooperación y necesidad de coordinación que momentáneamente puede hacerlo el Estado. Del amor al odio quedan espacios cortos ¿Por qué no reflexionar desde estas pasiones para construir un Estado que garantice el buen vivir?
- La falta de control del mercado: Los Estados se han debilitado proporcionalmente al crecimiento del poder económico de los mercados. Se ha conocido históricamente que las grandes crisis se “purifican” en nuevos capitales, claro está, en detrimento de las personas, inclusive de esa clase media aspiracional que piensa y se ajusta a vivir como el 1% de la población que vive en condiciones completamente absurdas de riqueza, que viven por encima de las crisis.
Es necesario controlar a los mercados y romper el control mediático y manipulador que poseen. Ya han penetrado y debilitado los Estados con el fin de tener libertad de movimiento, tanto en los mercados legales, y más aún en los ilegales. Las crisis rebelan estas falencias, y es el momento oportuno para plantear estrategias para su regulación en miras de un bien común, el mito del libre mercado cae por su propio peso, por las desigualdades existentes. Tal vez sea momento que las personas más idóneas y capaces piensen en cambiar la clase política existente y retornen el camino del poder público.
- La ausencia de valores y la decadencia del individualismo: La revelación de los valores personales es otro factor revelador de las crisis. Las más bajas pasiones y los corazones más grandes se revelan durante el pánico, confluyendo acciones heroicas, neutrales y cobardes. La solidaridad y el compromiso con el resto de las personas debe aterrizar de esos, peyorativamente y mal denominados “derechos humanos”, para retomar la esencia propia que tenemos. ¿Y si Tomas Hobbes se equivocaba sobre la naturaleza del hombre o tal vez fue comprendido de manera errónea?
Es preciso repensar los valores que nos unen como especie y alejarnos del individualismo. Pensar solo en nosotros de manera radical edifica sociedades donde una persona se puede sentir en una soledad máxima viviendo con 16 millones de personas. Pensar en el “nosotros” y menos en el “yo” no solo que evolutivamente ha demostrado nuestra supervivencia, sino que es el camino de las más grandes construcciones humanas.
- La no libertad de prensa y la prensa de mercado: Los grandes medios de comunicación al momento de ser empresa tuvieron un cambio exponencial de esa libertad de prensa. Lastimosamente cuando confluyen empresas comunicacionales y el mercado, poseemos medios dependientes de los capitales que se encuentran en el fondo, sean del sector financiero, alimenticio, entre otros. Esa idea de las personas que buscaban revelar la verdad, el ideal del periodista poco a poco va perdiendo sentido en un contexto globalizado y controlado por los mercados y sus sujetos intervinientes. Pasando de una libertad de prensa a una prensa de mercado, que busca sugestionar la información, olvidándose de la verdad y creando verdades, tal como lo hacía Joseph Goebbels en la Alemania Nazi. Es preciso repensar el rol de los medios de comunicación para evitar la proliferación de los desvalores sociales, tan necesarios, más aún en circunstancias de crisis.
- Ser libre solo se puede con educación y formación propia: La libertad no significa el mero albedrío ignorante de los actos. Para alcanzar la libertad solo será con la educación apropiada y la reflexión profunda de la realidad. La libertad significa responsabilidad de los actos y decisiones, y para obtener la libertad es necesario que sean los argumentos los que venzan sobre la fuerza y el orden jerárquico. Muy difícil de comprender cuando la sociedad se encuentra intentando romper la ideología de la hacienda, donde los roles de patronos y trabajadores se encuentran vigentes, y los actos de gobierno recuerdan al hacendado. En este caso, es el Estado el obligado a garantizar la educación y no el adoctrinamiento, pues todo dogma es la antítesis de la libertad, es preciso que la educación sea una oportunidad para formar personas con calidad, para tener buenos médicos, abogados y demás profesionales que puedan responder ante su trabajo diario y una crisis. Una educación no concebida desde la tecnocracia, sino construida en los valores más importantes que debemos tener, como el respeto, solidaridad, esfuerzo y honestidad.
- El derecho como una expresión de las relaciones económicas: Muchos piensan que con el derecho se puede controlar a la economía, sin embargo, la economía controla al derecho. El derecho es un instrumento que permite y prohíbe, pero la economía se encuentra detrás, y en un sistema donde el mercado opera sin control, este será ineficaz o será su instrumento para controlar. El ego de los abogados muchas veces no permite valorar esta vinculación práctica, que, sin dudas, es importante reflexionarla desde su conceptualización. Se piensa que con un decreto o la promulgación de una ley la realidad va a cambiar ¿Tras 20 Constituciones, hemos cambiado?
Hay cuestiones estructurales que corresponden a relaciones económicas más allá de las jurídicas que deben ser entendidas para poder alcanzar la vía de las realizaciones. Salir del dogmatismo y ego de los letrados es el primer paso para comprender la economía como un factor importante para regular el mercado. Vivimos en esta época donde la libertad de empresa y de mercado nos lleva a pensar que el buen vivir solo se alcanza con el tamaño de las billeteras y criptomonedas almacenadas. Pero en las verdaderas crisis, este poder es insuficiente.
- Un futuro incierto y la necesidad de cambio: El futuro siempre generará incertidumbre, y esta muchas veces nos lleva al miedo. Sin embargo, no hay que tener miedo por una realidad que se puede forjar con el trabajo propio y cooperativo. Si algo hemos podido demostrar como especie es que seguimos existiendo, con nuestros altibajos, reformas y revoluciones, siempre habrá oportunidad para el cambio y alcanzar la evolución.
Es necesario valorar la situación actual y preguntarse ¿Vamos por buen camino? Al ver tantas personas sufriendo en situación de calle, padeciendo y falleciendo en las veredas y calles de las ciudades. La respuesta es más que evidente, es necesario cambiar en lo individual, mirando hacia dentro y al fondo, y animándose a participar para un cambio social, alejando a la clase política de las vías democráticas.
- Latinoamérica unida en la globalización: Esta crisis también ha revelado la necesidad de unidad política pública y comercial. Son grandes potencias y uniones comerciales las que, más o menos problemas, han podido enfrentar la crisis sanitaria y económica. Nuestros problemas son comunes como región, y como se ha repetido en muchas ocasiones, son más nuestras semejanzas que las diferencias. Compartimos una identidad que no ha permitido unificarse por esa minoría que se enriquece de la división, sin reconocer que con la unión pudiera haber beneficios mancomunado para la sociedad latinoamericana.
No son los pequeños y medianos países latinoamericanos los que se desenvolverían en un contexto globalizado, sino la unión del trabajo de cada uno de nosotros, nuestra cultura y valor transformador que permite el intercambio en igualdad de saberes y comercio para las naciones globalizadas. Que sería de las grandes crisis con una unidad tan fortalecida, ¿Qué sería de la dependencia tecnológica y financiera con una unión de naciones de más de 626 millones de habitantes y 22 millones de kilómetros cuadrados? Muy probablemente, un escenario más optimista que el actual.
- Salir del “Cambalache” si es posible: El famoso tango “Cambalache” de Enrique Santos, nos ha marcado la moral para decir que el ser humano nunca cambiará y que la sociedad está sentenciada a la decadencia y la desviación. Pero si planteamos la aplicación de una ética y moral que, tal como establece la Escuela Ética de la Universidad de Valencia, se plasme en el día a día de las personas, podemos construir un mundo mejor, que permita el respeto de los demás y la construcción de una idea de sociedad.
No hay que perder la esperanza, de los momentos más difíciles y de las penas más profundas, renace la vida y el bienestar, tal vez, este momento histórico sea al que jóvenes y mayores nos toque poner a prueba nuestra capacidad y respuesta.
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