Discurso pronunciado por Oswaldo Báez en la sesión solemne por el nonagésimo octavo aniversario de la fundación del Instituto Nacional Mejía, 2 de junio 1995
En este año (1995) el Instituto Nacional Mejía celebra el nonagésimo aniversario de su fundación; se celebra también el centenario de la revolución liberal. Esta especial circunstancia nos ofrece la oportunidad de esbozar un breve análisis de la trascendencia del liberalismo y la educación laica en el pensamiento social, como también en la tarea histórica cumplida por el Mejía.
Las circunstancias y los acontecimientos que produjeron el 5 de junio de 1895 y que culminaron con la revolución alfarista, hechos que son bien conocidos. El triunfo de la revolución marcó un hito histórico en nuestro país porque contribuyó a la construcción de la nueva estructura del Estado y sus instituciones.
Las principales transformaciones fueron la secularización del Estado y la implantación del laicismo en la educación; al rescatarla de control y dominio de la Iglesia, el Estado asumió la educación de la niñez y juventud, con lo cual se abrieron amplios caminos para la formación científica, la difusión de nuevas corrientes filosóficas, el racionalismo, la nueva moral exenta de la intemperancia y de los dogmas religiosos.
La educación laica fue, entonces, la conquista más importante y de la mayor incidencia en la sociedad nacional de fines del siglo pasado y principios de presente. En este marco histórico nació el Mejía y con él un formidable aporte a la educación y la vida nacional. El 1 de junio de 1897 el General Eloy Alfaro fundó el Instituto Nacional Mejía como la institución modelo para la educación laica, con la misión de formar a los nuevos ecuatorianos que habrían de dirigir el país. Fue una necesidad histórica formar a los nuevos ciudadanos en un marco ideológico progresista, pero fuertemente ligado al pensamiento precursor de Eugenio Espejo y a los ideales de José Mejía Lequerica, Eloy Alfaro y José Peralta.
La educación laica representó un avance incuestionable respecto al escolasticismo imperante en la educación ecuatoriana de fines del siglo pasado; es más científica ya que para la interpretación de los fenómenos naturales y sociales se fundamenta en el conocimiento científico, sin tener que someterse a ningún condicionamiento; es más democrática, no solo porque amplía su cobertura a más amplios sectores de la población, sino porque se sustenta en el principio de libertad y respeto a la persona. La educación laica fue una conquista social de enorme valor y trascendencia. Con Alfredo Pareja Diezcanseco podemos afirmar: “los edificios del espíritu, permanecen sobre los de piedra…”
Eloy Alfaro y los ideólogos del liberalismo radical asumieron la tarea histórica de la transformación nacional por la vía revolucionaria. La primera etapa de la revolución fue fecunda en transformaciones sociales: estableció la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la libertad de pensamiento y conciencia, suprimió el concertaje y otras con las cuales configuró la nueva estructura jurídica del Estado. “Hace 125 años culminando una carrera de épicas jornadas Eloy Alfaro y sus huestes macheteras, perpetrados de un liberalismo genuinamente progresista, hicieron mover la rueda de nuestra historia con transformaciones espirituales, institucionales y materiales que, pese a olvidos y adulteraciones constituyen el patrimonio esencial del pueblo ecuatoriano”. (1)
Pero, una vez cumplidas las transformaciones jurídico-políticas que la burguesía agroindustrial requería para consolidarse como clase e insertarse en la economía internacional, ya no tuvo interés por mantener su línea radical. El liberalismo teórico más avanzado fue convertido en cenizas en la hoguera bárbara de El Ejido, el 28 de enero de 1912.
La revolución liberal fue el acontecimiento histórico más importante de nuestra vida republicana. En este primer centenario, cuando paradójicamente vivimos tiempos neoconservadores, es preciso recordarla como unción cívica y valorarle en su real y justo significado. Pero es necesario anotar también que la revolución, al no concretar las reformas sociales, ni concluir las transformaciones estructurales, fue una revolución inconclusa, una revolución traicionada… Pronto vino la “santa alianza” entre terratenientes serranos y la plutocracia costeña y con ella tomó el control del Estado una fracción burguesa oligárquica, que revertió el proceso revolucionario auténtico.
En la esfera del pensamiento social, el liberalismo y la educación laica contribuyeron al nacimiento de una mueva conciencia social, la que tuvo su expresión en la búsqueda de nuevas y más avanzadas tesis filosóficas y políticas, así nació el pensamiento socialista y marxista en el Ecuador.
En esta corriente que tomó inusitada fuerza social floreció lo mejor de las letras, la filosofía, la sociología y la política en las generaciones más brillantes de la cultura nacional. El realismo social plasmó en su magistral obra el drama del pueblo; esa formidable producción tuvo y tiene un valor testimonial y de denuncia al sistema económico y político que aún domina el país. Todo esto y lo que vino más tarde en la década de los 50, 60 y siguientes fue el resultado de un proceso de evolución de las ideas y de la conciencia social nacida de la libertad de pensamiento, del ejercicio de la creatividad, del pensamiento racionalista que nació de la ruptura del dogmatismo y clericalismo anacrónicos.
En este proceso la educación laica jugó un papel trascendente, y en él nuestro Colegio Mejía fue la vanguardia. En esta ilustre casa de estudios se formaron las nuevas generaciones de hombres de pensamiento libre y renovado en todos los ámbitos del saber: en la filosofía, las ciencias naturales y sociales; ideólogos y librepensadores que dejaron huella perdurable. Muchos ex Mejías han ocupado importantes cargos y funciones en la conducción del Estado, presidentes, ministros, legisladores, magistrados, científicos, maestros, dirigentes políticos… que han aportado y aportan desde su función y posición social al desarrollo del Ecuador contemporáneo. Héroes civiles y militares ha dado el Mejía. Debemos recordar ahora, porque es historia vivida hace poco, al Subteniente Geovanny Calles Lascano, valiente oficial que ofrendó su vida en la resistencia heroica del Alto Cenepa. (1)
El aporte de Mejía al desarrollo y la enseñanza de las ciencias exactas y naturales, de las ciencias sociales, de la filosofía y de la ética individual y social es en verdad relevante; no solo por el trabajo de sus profesores en sus aulas, gabinetes y laboratorios por la producción de libros y textos de sus profesores y egresados, que constituye una producción bibliográfica de muy apreciable nivel y amplia difusión. Así el quehacer científico, educativo y cultural del Mejía se irradia y perdura en el ámbito nacional, lo que debería ser reconocida y valorada cuando se complete su historia institucional.
Por todo esto y mucho más, el Mejía ha gravitado y gravita positivamente en la vida nacional; pero sobre todo porque los ideales más nobles del Ecuador. El espíritu de la patria tiene su expresión más genuina en el Mejía, porque es el reflejo del hombre ecuatoriano con sus valores, sus sueños, sus angustias, sus decepciones, sus afanes… Es el reflejo del pueblo ecuatoriano que se debate entre la “ira y la esperanza” (como reza la patética expresión del brillante sociólogo Agustín Cueva, en una de sus obras).
Depositarios temporales de tan ilustre historia los Mejías de esta generación estamos moralmente obligados a mantener y acrecentar el prestigio institucional y a ser fieles a sus nobles principios y una ética social irrenunciable. Más aún, en estos tiempos de crisis del pensamiento, de las ideologías y de la moral, es preciso estar vigilantes. Nuevas corrientes neoconservadoras y neoliberales van ganando terreno. Nuevos dogmas y nuevos fundamentalismos que reclaman para sí el carácter neutral de la ciencia vienen de Oxford y Chicago revestidos de engañosos ropajes. Es una falsa ciencia social que busca legitimar el orden internacional imperante. Es un nuevo intento de detener la historia de la humanidad y perpetuar un modelo económico-político injusto e infamante en nuestros países neocolonizados y dependientes, y que tienen su expresión en modelos económicos carentes de rostro humano, como el impuesto por este gobierno. (2)
El Mejía con su voz altiva viene denunciando la farsa de la modernización del Estado por la perversa intención que se oculta detrás de la fachada de una modernización refleja, servil y neocolonialista, dislocada y antinacional… cuyo objetivo es la subasta y apropiación del patrimonio de todos los ecuatorianos vía privatización de las empresas estratégicas de la economía como Petroecuador, INECEL, EMETEL, IESS… y hasta nuestra identidad ecuatoriana. “Solo falta que privaticen el aire” sentenció un dirigente indígena. (3)
En efecto, la clase dominante, apropiada de héroes y mártires del pueblo, usando el lema patriótico del “nuevo Ecuador” surgido durante la guerra del Cenepa quiere acelerar la subasta del patrimonio del Estado ecuatoriano y la aprobación de la nueva Constitución neoliberal a través de la misma “santa alianza” que aprobó la Ley de Educación de las Familias. Ley que con su eufemismo pretende imponer la instrucción religiosa en los planteles laicos bajo pretexto de restablecer la moral individual. Aparte del retroceso que representa esta antihistórica ley, contiene una falacia: la enseñanza de la religión, por sí sola no será capaz de restaurar la moral de una sociedad y un sistema carente de ética social en donde campea la corrupción, la inmoralidad hasta en los más altos niveles. En defensa del laicismo y la moral social el Mejía no dará un paso atrás. (4)
Pero, por un imperativo histórico el país exige una transformación integral, y dentro de ella una reforma educativa nacional, laica y democrática, mas no solo una reforma curricular excluida del contexto socioeconómico deprimido que se revela en los índices de desnutrición infantil (35%), alta repitencia y deserción escolar, insuficiencia de servicios educativos e infraestructura escolar (5.477 escuelas unidocentes), bajos salarios, mínima valoración social del trabajo docente.
Propugnamos una reforma educativa basada en una filosofía de la educación ecuatoriana, en nuestras raíces histórico-culturales, una educación humanista, científica y técnica, laica y democrática. No concebimos una reforma epidérmica y formal que solo se limite al curriculum, peor cuando esta carece de claridad conceptual y operativa, se sustenta en planteamientos artificiosos y hasta incomprensibles.
La reforma educativa debe ser compromiso del Estado ya que es un imperativo del desarrollo nacional, pero de un desarrollo nacido de un nuevo paradigma que conjugue las siguientes dimensiones: crecimiento económico, desarrollo social, participación política, identidad cultural, sustentabilidad ecológica y autonomía nacional. En ese contexto la reforma educativa será auténtica, tendrá sentido y viabilidad. (5)
El Instituto Nacional Mejía fiel a su historia y tradición ilustres, tiene la alta responsabilidad de plasmar en realidad su proyecto de reforma, en el marco de la filosofía institucional y en los más altos valores e intereses de la patria.
Señoras y señores, esta es mi palabra, aspira ser vuestra palabra, la palabra del Mejía.
Referencias
- Báez, R. Prefacio de Ecuador Pasado y Presente. Báez, R., Cueva, A., Mejía, L., Moncada, J., Moreano, A., Velasco, F. Edición Actualizada, Libresa, Quito, 2003.
Notas.
1). En la guerra del Cenepa (1995) las Fuerzas Armadas del Ecuador derrotaron al Perú.
2). Entre 1992 y 1996 gobernó el arquitecto Sixto Durán Ballén, impuso un modelo económico y político conservador.
3). El presidente Durán Ballén impulsó un agresivo programa de privatización de las empresas públicas, que no llegó a completarlo por la fuerte reacción popular.
4). Aprovechando el fervor nacional por el triunfo en la guerra del Cenepa, el presidente Durán Ballén pretendió imponer un plan económico para el “nuevo Ecuador” que no era otra cosa que una receta neoliberal y regresiva en derechos y libertades, en beneficio de la derecha económica. Envió al Congreso proyectos de ley en materia económica y social de corte retardatario.
5). Entre las reformas que propuso el gobierno estuvo la reforma a la educación por la cual se eliminaría el laicismo y se impondría la enseñanza de la religión en las escuelas y colegios. Además impulsó una reforma educativa antidemocrática.
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