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Por: Julian Kito

Fotografía: Presidencia de la República

El artista del neofacismo

 

En Ecuador hay un proceso social en marcha. Se trata de la búsqueda perenne que la intuición y el olfato de los pobres y explotados, los conduce hacia el horizonte libertario en donde se construya una sociedad de justicia, de igualdad de oportunidades, de trabajo pleno, de paz y solidaridad.  En esa marcha de perspectiva nebulosa, hay una fuerte contribución ideológica que va creando las formas políticas hacia la toma del poder. Para lograrlo, es imprescindible desplazar a los dignatarios del capital como clase social y cortar las garras del águila imperialista, pues el poder popular solamente puede expresarse bajo los valores de independencia y soberanía, creando el destino con las hacendosas manos del trabajador que es quien genera la riqueza producida socialmente.

 

Este proceso incesante hacia el encuentro con la sociedad socialista, esta marcha popular en la búsqueda de la nueva sociedad, no se ha detenido; ciertamente, ha sufrido un trágico revés prolongado que ha venido alimentándose dialécticamente de la unidad y lucha de contrarios produciendo cambios cualitativos sobre el acumulado cuantitativo.

 

El señor economista Rafael Correa Delgado tomó históricamente la posta que dejó por su eterna ausencia el Profeta Dr. José María Velasco Ibarra. Correa es el remedo de esa vieja historia ecuatoriana en la cual la oligarquía se proveyó de su caudillo quien, ante la avalancha popular por cambios profundos, acuñó esa frase socialmente disuasiva:  “¿Quereis revolución? Hacedla en vuestras propias almas”. Las clases dominantes siempre han buscado, inteligente o torpemente, los mecanismos de uso del aparato del Estado para impedir que la lucha de clases modifique el orden social y económico impuesto de acuerdo a sus afanes e intereses. Desde la represión brutal cargada de asesinatos, persecución desapariciones y sangre, hasta la observancia de reglas de juego dentro de la república democrática y el estado de derecho.

 

El señor Presidente Correa ha sido un verdadero artista del neofascismo y un buen caudillo del poder del capital, un velasquista consecuente, aleccionado. Arrebató las consignas políticas de la izquierda y con ellas elaboró un discurso vacuo mientras su práctica se consolidó hacia la persecución y la represión  contra las organizaciones sociales más esclarecidas y consolidadas políticamente. Logró generar un Poder Legislativo subordinado a esos intereses, en el cual fue tejiendo una legislación que le permitía desembararzarse de la normativa constitucional lograda en el gran esfuerzo de Montecristi que Correa ha calificado como “novelerías de Acosta” despreciando todo el esfuerzo activo de las organizaciones sociales y populares pertrechadas ideológicamente, cuya presencia masiva y por intermedio de sus representantes en la Constituyente, lograron darle a esa constitución los principios fundamentales que hubieran podido constituir la reconstrucción de la patria hacia esa nueva sociedad por la cual luchan los patriotas, los trabajadores, los explotados y los oprimidos.

 

 

El señor Presidente Correa ha sido especialmente hostil con la izquierda revolucionaria y sus organizaciones políticas y sociales; sabe, perfectamente, que en estas fuerzas sociales radica el germen del proceso revolucionario contra el cual ha jurado su acción desde las Funciones del Estado. Logró crear una regulación penal con la cual persigue, amedrenta y castiga a organizaciones sociales, pueblos y dirigentes, tiene en sus manos el control de la Fiscalía General del Estado y, en general, de la Función Judicial, de la Policía Nacional, de los servicios de Inteligencia del Estado y, sobre todo, tiene la voluntad ideológica y política de cumplir con su función de caudillo de la oligarquía. Pero, en lo de la UNE, además, va de por medio un desafío, algo esencialmente personal que tiene ribetes de desafío que compromete su “buen nombre”. Es su deber ideológico, es su obligación política, eliminar a un sindicato que él lo considera un brazo social de los revolucionarios, un ícono de la acción popular organizada, un baluarte de la lucha permanente, sin desmayo ni temor. Si vence a la UNE, vence en toda la línea. Ya lanzó el zarpazo contra el Fondo de Cesantía para liquidar la base económica, el segundo paso era previsible, la desaparición física de la organización e incautar todos sus bienes, perseguir a sus dirigentes, encarcelarlos, tirar a la Fiscalía como perro rabioso contra los Maestros, dar un escarnio a todas las organizaciones sociales que levantan banderas y protagonizan acciones de oposición a sus políticas autoritarias. La esencia, de su despropósito, la ha develado el mismo Correa: “La UNE es agencia del MPD”.  Correa busca a los revolucionarios. Correa persigue la ideología del socialismo científico. Correa quiere limpiar el escenario político. Correa quiere pasar a la historia como el caudillo que venció a las fuerzas de la izquierda revolucionaria, liberando de obstáculos a los Tratados de Libre Comercio como lo viene gestando con la Unión Europea y Corea del Sur.

 

No nos llamemos a engaño. La guerra emprendida por Correa contra la UNE tiene un trasfondo muy claro y preciso: descuartizar a la izquierda revolucionaria, entendida la UNE como la expresión social clasista de mayor envergadura, cuya incidencia en un ámbito de tanta trascendencia como es la educación, debe cortarse de raíz para dar cabida a la “Sociedad del Conocimiento”, es decir, a la sociedad del sometimiento a los negocios grandes, de las trasnacionales, de la producción extractivista minera. Para eso hay que eliminar a los revolucionarios pues su “izquierdismo infantil” no les permite comprender la nueva marcha de la historia universal. Los jóvenes, los educandos, deben concentrar su actuación en la competencia por las becas para irse del Ecuador ya que las universidades públicas ecuatorianas son, como dijera el inefable León Febres Cordero, maestro de Alexis Mera,  madriguera de revolucionarios.

 

No, no es la UNE el objetivo. La UNE es el medio. Si lo comprendemos así, hombres y mujeres de la izquierda revolucionaria, patriotas, recojamos el guante y a combatirlo al caudillo en todos los frentes.

 

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Las Casas Oe3-128 (entre América y Antonio de Ulloa)

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